La vida moderna nos ha ido acostumbrando a muchas inmediateces. Los prolegómenos están mal vistos. La paciencia escasea, acelerada por un discurso constantemente reducido a pocos caracteres. Confieso estar contagiado de la moda. Mi ya de por sí pobre capacidad de atención se acentúa cada vez que intento leer textos más o menos extensos.
Yo, que gozaba con libros de más de setecientas páginas y que cuando llegaba a las últimas ciento cincuenta comenzaba a leer más despacio para no quedar huérfano de la historia, ahora tengo que obligarme a leer. Puede ser que llego al libro encandilado por las pantallas y cansado de leer en bytes.
Las series en streaming ocupan ahora el tiempo que pudiéramos emplear leyendo. Verlas en bucle se convierte en un pasatiempo para los días libres. De ahí el título de mi contribución de hoy. En las plataformas que las transmiten aparece esta opción, de forma que podamos entrar en materia sin mayores dilaciones.
A pesar de esto, en más de una ocasión una serie me ha cautivado por su inicio. Aunque parezca que no tiene nada que ver, las introducciones suelen ser piezas interesantísimas de muy alta factura y estamos dejando de disfrutarlas gracias a la opción que la pantalla del emisor nos muestra.
Menciono dos introducciones que me engancharon a series curiosamente producidas por la misma casa: la primera, Juego de Tronos, nos presentaba con su característica música a las regiones de Westeros, las cuales surgían del mapa como si tuvieran vida propia.
El segundo ejemplo es Succesion: Tiene un tema musical compuesto por Nicolás Britel, genial mezcla de música clásica y ritmo de hip hop, con piano desafinado y cascabeles que acompañan filmaciones familiares en signos de la opulencia de los Roy, la familia protagonista, inmensamente rica y disfuncional.
En ambos casos mi afición a las series fue inmediata cuando vi las respectivas introducciones, sin mediar publicidad previa alguna.
Volviendo al comando de omitir, pienso que el mismo es un buen ejemplo, tal como esbocé al inicio, de la vida apresurada en la que nos encontramos inmersos. Un mundo que constantemente olvida que los pequeños detalles son los que se van entretejiendo una y otra vez para formar el todo.
En las producciones de cine y TV, al igual que las intros, los títulos finales están ahí para reconocer que son fruto del trabajo en equipo de muchísimas personas que merecen ser reconocidas. Lamentablemente, al igual que con las introducciones, son dejados de lado mucho más frecuentemente de lo que deberían. No hay tiempo.