Solo un par de huellas,
por Javier David Volcán

La playa está sola como siempre. Aun el mar se ve como si fuese una capa metálica tremulante. La arena húmeda se apelmaza bajo mis pies y deja una huella notoriamente más profunda en el talón. Trato de hacer una pisada pareja para que se vean las huellas de mis pies totalmente definidas, pero no lo logro. Me siento estúpido caminando como un ganso para que quede la horma de mis pies perfectos. Cada vez que voy a esa playa lo hago así. Es una manera de distraerme y olvidar que ya no está. Me gusta voltear luego de un rato y ver decenas de pisadas en la arena. Algunas más claras, otras ya difuminadas por las olas que remontan la orilla. No sé si volteaba cuando caminábamos juntos. Tengo una imagen inventada en mi cabeza, una escena que es imposible que yo viera, tú y yo de espaldas caminando a la orilla del mar y dejando nuestras pisadas en él. Quizá volteo porque estoy solo. Cuando caminábamos juntos, solo quería ver tus ojos. Solo quería prestarte atención. Tomarte de la mano, salpicarte un poco con el agua. Detenerte para que viéramos algo. No sé. No tengo en mis recuerdos haber volteado jamás a ver lo que habíamos caminado. Salíamos de la playa y jamás volteaba. Contigo creo que solo quería ver hacia delante. No me interesaba lo pasado. Ver cómo me mirabas y ver tus dientes mientras sonreías era el ahora, ver la playa frente a nosotros, o el estacionamiento donde terminaba nuestra caminata era el futuro. Era eso lo único que me interesaba. Igual tengo esa imagen inventada como si uno de los pelícanos nos viera desde atrás mientras volaba. El agua está fría. Creo que tampoco me percaté de eso antes, ni que había tantas conchas de mar rotas. Ahora salen perros y gente hablando desde las casas. ¿Estarían ahí antes? ¿Acaparabas tanto mi atención?

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