En no pocas ocasiones, algunas personas se han molestado un poco conmigo porque les señalo que una determinada imagen que publican, supuesta foto, es en realidad una creación de la Inteligencia Artificial.
Confieso que tengo un ojo especialmente entrenado para eso. Y cuando algo me parece sospechoso, resulta ser cierto. Pero mis amigos de las redes no consideran que esto sea una gran virtud y se enojan si les escribo el comentario en cuestión.
Yo lo hago porque siento que es mi deber advertirles que los están timando. Y prácticamente lo que me dicen es que soy un aguafiestas, y que, si la imagen está bonita, qué importa si no se corresponde con la realidad.
Otro tanto me sucede cuando se publican citas apócrifas falsamente atribuidas a algún autor u obra (con particular predilección por El principito). Si es bonita o aparentemente profunda, no importa (en realidad no es ni lo uno ni mucho menos lo otro).
Al parecer, estamos de vuelta en la caverna de Platón. En estos tiempos que corren, la realidad o la verdad están perdiendo la batalla ante la apariencia, sea lo que sea que se tenga por verdadero o real.
Y es que incluso pasamos de relativizar la verdad a inventar un universo paralelo, como si nos hiciera falta. Digo, hay gente que se maravilla cuando está frente a un televisor de alta definición y ven en él un paisaje, pero no se emocionan cuando están frente a ese paisaje en el mundo real.
Ante todo esto, me temo que están haciendo algún experimento con nosotros. Y el hecho de que muchísima gente no pueda diferenciar entre una foto y una imagen creada con IA me dice claramente cuál es el resultado de dicho experimento. Tampoco se percatan de que la mayoría de los que dan “like” y comentan en dichas publicaciones no son personas reales, sino bots.
Creo que ya estamos preparados para vivir en la Matrix.