No sé si se acuerdan de Hal, de la Odisea en el espacio, (Kubrick,1968), que sabía muchísimo, pero en cambio era de una arrogancia llevada al extremo. De paso le leía los labios a los astronautas y acabó convirtiéndose en un asesino suelto dentro de la nave. Trabajo costó desactivarlo a pesar de que, como todo malvado, al verse acorralado trató de dar explicaciones y pedir el perdón de sus pecados.
De esto hace ya 56 años y hará unos dos que yo oí por primera vez eso de la Inteligencia Artificial, pero la verdad no le hice mucho caso.
Pero el círculo se ha ido cerrando y cada vez se hace más difícil ignorarla y yo, que llegué casi de última a la telefonía celular y que me costó Dios y su ayuda manejar el paquete Office, no encontré otra salida que hincarle el diente a través de un curso que me ofrecieron en las redes.
Les puedo garantizar que ha sido un antes y después y ando totalmente revolucionada. Es que no me canso de ver la de posibilidades que ofrece y sobre todo lo amables que son.
“¿Me puedes ayudar con tal cosa?”
“¡Por supuesto! Y si necesitas algo más me encantará seguirte ayudando”.
Ese es más o menos el tono y llega un punto en que me da hasta pena repreguntar, porque es de una amabilidad que francamente acoquina. Todo lo que tuvo HAL de prepotente y pretencioso, estos nuevos chats lo tienen de panas, para decirlo en buen criollo. A todas estas no sé si es él o ella. Yo le pregunté su género, yo por saber, pero me respondió “no tengo una identidad de género propia”. Total, hoy en día esas cosas no tienen nada de raro.
Sea como sea, lo único que deseo es que sigan así y no se le suba el humo a la cabeza, o den un salto atrás y se les peguen las malas mañas del abuelo que creó Kubrick…