
Fuente: https://www.elperiodico.com/
Caminé hasta el parque Cervantes, en Barcelona, la capital del mundo de las rosas por tres días. La oportunidad era especial, porque el año pasado el Concurso Internacional de Rosas Nuevas, que se celebra desde 1965, no se pudo abrir por una sequía inmisericorde. Este mayo sí llovió lo suficiente.
El parque tiene su propia y famosa rosaleda, dos mil plantas en cuatro hectáreas. Las que concursan se envían el año anterior, se siembran en un sitio específico y se le hacen cuatro evaluaciones antes del gran día. Son híbridos que se crean eligiendo variedades complementarias por su color, olor, resistencia, forma, tamaño. Cuando llegan al concurso han recorrido un largo camino.
Para obtener una ganadora, hay que seleccionar las plantas padre, determinar cuál aportará el polen y cual actuará como la parte femenina, a la que se le retiran los estambres y se impregna con el polen escogido. Luego se cubre la flor con una funda, se produce el escaramujo, que es el fruto del rosal, se sacan las semillas, se siembran y al crecer, se vuelven a escoger los mejores individuos. Pueden pasar años de siembras e injertos hasta que se consolida la nueva variedad.
Hay una tradición de amor por las rosas en Cataluña muy arraigada desde principios del siglo pasado. Se nota por la cantidad de gente que llegó al parque en oleadas: parejas con bebés, grupos de mayores, jóvenes, familias, expertos en jardinería, fotógrafos. Y seguirán llegando. Entre mayo y junio pueden verse allí hasta 150.000 rosas abiertas a la vez, así que el certamen fue el pistoletazo de salida para una temporada especial.
Me llamó la atención no solo las concursantes sino las rosas básicas del jardín. Al leer sus datos en la etiqueta al pie, imaginas su historia. Se entiende la fuerza de una planta creada hace dos siglos, cuyos colores, fragancia, resistencia y forma son tan especiales que perduran hasta hoy. Vi rosas creadas a finales del siglo diecinueve y durante todo el siglo pasado, en China, Estados Unidos, países árabes y media Europa.

Fuente: https://ajuntament.barcelona.cat/
El jurado, sesenta expertos de doce países para juzgar veintisiete plantas, escogieron una rosa francesa blanca a la que puntuaron por su interés, novedad, fragancia y estética, creada por Michèle Rochardier. Ya había ganado el premio a la mejor tapizante. Las rosas francesas hicieron arrase, ganaron trece premios.
Mientras, otra celebración se producía, ajena a copas y diplomas. Los insectos revoloteaban felices en masa. Abejas, mariposas, pajaritos, bachacos y hormigas estaban bien ocupados con tanta flor.

es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com