Gente que Cuenta

Serpientes,
por Leonor Henríquez

Leonor Henriquez Atril press
Así quedó lo que una vez fue un montón de madejas en una caja…

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          Me resulta gratificante.

Trátese de cocina, costura o afines, siento un placer adicional en crear con restos de materiales que de otra manera se hubiesen desperdiciado.

En el caso que me ocupa, el tejido (conocen mi afición), hobby que Cortázar definió como “una buena excusa para no hacer nada”, pues conseguí una caja llena de estambres de colores, sobrados de osos, elefantes y búhos.

¿Cómo podría deshacerme de esas lanas de manera creativa? De ahí surgió la idea de tejer una culebra.

Más fácil imposible, un tubo larguísimo hasta agotar las lanas.

Me puse manos a la obra y mientras movía rítmicamente las agujas, me fue poseyendo el profundo significado místico de la serpiente.

Me dejé invadir por su dulce veneno y decidí dedicar cada color de estambre a estas fascinantes criaturas.

Rojo para Leviatán, serpiente bíblica, símbolo de caos, familia de la que tentó a Eva en el Génesis, y sí, el que se armó.

Verde para Quetzalcóatl, la “serpiente emplumada” de la mitología Azteca, que representa la dualidad cielo y tierra.

Azul medianoche para la Serpiente de Madera, que corresponde al 2025, según la cultura china, símbolo de intuición y transformación.

Morado para Sisiutl, Serpiente de Mar, espíritu guía de sanación, en nuestras culturas aborígenes canadienses.

Y así iba repitiendo colores para las escamas de mi amigable serpiente.

Cuando agoté las lanas, sentí una enorme satisfacción.

Me puse a rellenar la culebra, y ahí fue cuando recordé la anécdota en el Serpentario del Parque del Este en Caracas junto a mi muy británico esposo, quien ese día aprendió un venezolanismo muy útil.

Después de pasearnos por la exposición, entre anacondas, cascabeles, corales y boas, ya casi en la salida, había un espejo.

No hay mujer venezolana que se resista a darse un retoque y así lo hice. Mi esposo y yo nos percatamos de la leyenda al pie de mi reflejo:

CUAIMA

SERPIENTE DOMÉSTICA

Así entre recuerdos, risas y placer, terminé mi labor y esta crónica, también hecha de retazos.

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Leonor Henríquez (Caracas, Venezuela) Ingeniero Civil de profesión
(UCAB 1985).
Escritora y aprendiz de poeta por vocación.
De su paso por la ingeniería surgieron sus Cuentos de Oficina (1997), otra manera de ver al mundo corporativo. Entre sus últimas publicaciones se incluyen sus reflexiones sobre el duelo, Hopecrumbs (2020) (www.hopecrumbs.com) y “The Adventures of Chispita” (2021), una alegoría de la vida en el vientre materno. (www.chispita.ca)
Hoy en día comparte sus “meditaciones impulsivas” desde Calgary, Canadá, ciudad donde reside.
leonorcanada@gmail.com

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