Llamo a mi amiga Amarilis, lo más cercano a una comadre que tengo en Portugal, y le preguntó que cómo está.
Me responde: “Aquí, bien, haciendo con el sol lo único que uno puede hacer a esta edad: lavar ropa”.
Me causa muchísima gracia, porque es así mismo. Para comenzar, de jóvenes ni se nos ocurría que la ropa había que lavarla. A mí ni me pasaba por la cabeza. La tirabas en el cesto, eso si no la dejabas regada por ahí, y dos o tres días después estaba en el closet como si fuera un pase mágico.
El sol, por su parte era sinónimo de playa, de bikinis mínimos, “¿Tú vas a ir a la playa con ese traje de baño? Estás casi en cueros”, reclamaba Lulucita escandalizada.
No solamente con ese bikini, sino armadas de unas lociones que no sé si todavía existen, pero que eran hechas para freír a cualquier cristiano. Además, estaban las que uno inventaba: yodo con Coca-cola, aceite de coco con zanahoria y miel qué sé yo, pero protector solar ni se nos ocurría.
Empatucadas en esos brebajes, nos tirábamos al sol en la arena a morirnos de calor, pero de vez en cuando verificábamos el bikini a ver si ya teníamos marcas. Luis Alberto, mi sobrino, muy pequeño le llegó a su mamá diciéndole: “Mira, mami, se me pusieron las nalgas blancas con el sol”. Así era. Nosotros sin tanta inocencia nos íbamos a la playa a torturar la epidermis, a arremeter contra el colágeno de los veinte años y nos quedábamos como si nada.
Era una época en que no había tanta conciencia sobre los efectos del sol, el cáncer de piel, nada de esas cosas. Achicharrarse era la orden cada vez que llegaba un fin de semana iluminado y para no dejar nada del lado de fuera, arrancarnos la piel cuando comenzaba a mudar. ¡Éramos verdaderamente salvajes!.
Mi comadre tiene razón. Ahora lo aprovechamos para lavar ropa, pegarle la manguera al patio y esperar a que caiga la tarde para salir a la calle de anteojos oscuros y de preferencia con un gorrito. Lo más triste es que somos la misma persona. ¿O no? Yo creo que uno no es la misma persona de punta a punta. No sé qué opinan ustedes, pero igual, ¡tengan cuidado con el sol!