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En una tierra reseca, donde los cultivos apenas sobrevivían, vivía un humilde campesino llamado Tomás. Su pueblo sufría de hambre y enfermedades, pues la tierra había perdido su fertilidad y los árboles frutales ya no daban cosecha. Un día, un anciano sabio llegó al pueblo y le entregó a Tomás una pequeña semilla. “Planta esta semilla y cuídala con amor”, le dijo. “Este árbol traerá salud y abundancia a tu gente”.
Tomás obedeció y, con paciencia, regó y protegió la planta. Con el tiempo, creció un árbol frondoso con hojas verdes y vainas largas. Al probar sus hojas, Tomás descubrió que eran nutritivas, y al compartirlas con su gente, todos comenzaron a recuperar su fuerza y vitalidad. No solo sus hojas eran un tesoro; las semillas purificaban el agua, la corteza servía como medicina y sus flores atraían abejas, devolviendo la fertilidad al suelo. Así, el pueblo volvió a florecer gracias al árbol milagroso, al que llamaron “Moringa, el árbol de la vida”.
Desde entonces, la gente aprendió que la naturaleza siempre ofrece soluciones a quienes la cuidan con respeto y gratitud. En medio del auge de los superalimentos, recordamos la moringa, Moringa oleífera, un árbol nativo de la India y África, cuyos beneficios para la salud han sido comparados con los de una farmacia natural.
A partir de los 50 años, el cuerpo experimenta cambios que afectan la energía, la función cognitiva, la masa muscular y la salud metabólica. La moringa, con más de 90 nutrientes ha sido denominada “el árbol de la vida” por su alta concentración de vitaminas, minerales, antioxidantes y compuestos bioactivos. En sus hojas encontramos 7 veces más vitamina C que las naranjas, 4 veces más calcio que la leche, 3 veces más potasio que los plátanos, 46 antioxidantes naturales que combaten el envejecimiento celular.
La versatilidad de la moringa permite incluirla en la dieta de diferentes formas en infusión: Preparar té de moringa con sus hojas secas es una excelente opción para empezar el día con energía. En polvo: Puede agregarse a batidos, jugos o sopas para potenciar su valor nutricional. En cápsulas: Para quienes buscan una dosis concentrada y fácil de consumir. En ensaladas: Las hojas frescas pueden incorporarse como si fueran espinacas o rúcula
¿Has probado la moringa? ¿Cómo la incorporarías en tu rutina diaria? Comparte tu experiencia en los comentarios.

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