Gente que Cuenta

Te cuento que…
por Suzan Matteo

Alejandro Magno Atril press
Detalle del mosaico que representa a Alejandro Magno en la batalla de Issus. c. 100 a.C.

Estaba buscando sobre qué contarles y resulta que un 20 o 21 de julio del año 356 a. C. en Pella, Macedonia, nació Alejandro Magno. ¡Vaya usted a saber cómo llegaron a conocer la fecha después de tanto tiempo, y con tanta exactitud!

Era hijo del rey Filipo II y creció con el peso de la gloria sobre sus hombros. Fue Aristóteles quien le inculcó los conocimientos de la filosofía y las ciencias, así como también una curiosidad por el mundo y un gran deseo de trascendencia.

A los veinte años, Alejandro fue nombrado rey, tras el asesinato de su padre, y quiso expandir sus dominios hasta donde alcanzara la vista y más allá. En una serie de campañas militares tan brillantes como despiadadas, no solo consolidó su poder en Grecia, sino que también se lanzó contra el Imperio Persa. En las batallas de Gránico, Issos y Gaugamela, mostró una táctica tan audaz que convertiría a sus enemigos en polvo.

Cada una de sus victorias fue un poema épico; su capacidad para inspirar a sus hombres, para prever y explotar las debilidades del enemigo, y para ejecutar maniobras militares complejas en el calor de la batalla, le otorgaron la fama de invencible. No era solo un guerrero; su visión era la de un emperador, unificador de culturas, arquitecto de ciudades que llevarían su nombre a través de los siglos. La fundación de Alejandría en Egipto fue solo uno de los muchos ejemplos de su intento por fusionar Oriente y Occidente, un sueño de civilización universal donde el helenismo y las tradiciones locales podrían coexistir, ya que su trato con los pueblos conquistados solía ser magnánimo, permitiendo la continuidad de sus costumbres y religiones.

Sin embargo, Alejandro era también prisionero de sus propios excesos, que empezaron a pasar factura. El vino, la paranoia y su carácter explosivo lo condujeron a decisiones erráticas, como la ejecución de Clito, uno de sus amigos más cercanos, en un arranque de furia.

La muerte de Alejandro en Babilonia, a los 32 años, dejó un gran imperio sin un sucesor claro. Sus generales se lanzaron en una lucha despiadada por el control, desmembrando el imperio que él había forjado con tanto esfuerzo.

La figura de Alejandro Magno perdura en la memoria humana como un enigma de grandeza y fragilidad. Sus hazañas, relatadas por Plutarco, Arriano y otros historiadores, trascienden el tiempo, evocando la imagen de un hombre que, con su espada y su inteligencia, trató de imponer su voluntad sobre el mundo. La eterna búsqueda de la inmortalidad a través del poder y la gloria, lo convirtieron en leyenda.

Suzan Matteo Atril press
Suzan Sezille de Matteo es caraqueña, cosecha del 52; ingeniero industrial aplicada al área social; esposa, madre de dos, que ahora abuelea y escribe desde Inglaterra.
suzansezille@gmail.com
IG @tomadodeaquiydealla

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