
Fuente:https://collections.library.yale.edu/catalog/2002046
La semana pasada hablé sobre el Libro de Dzyan, y hoy te traigo otro quizás más enigmático: El Manuscrito Voynich, aunque este sí está ubicable en la biblioteca Beinecke, de la universidad de Yale.
En algún momento de 1912, Wilfrid Voynich, anticuario de espíritu renacentista, recorrió las polvorientas estanterías de un monasterio jesuita en Italia. Lo que halló no fue un simple códice medieval, sino una provocación al intelecto, un desafío a la razón. Aquel manuscrito, encuadernado en pergamino y plagado de ilustraciones tan precisas como imposibles, hablaba en un lenguaje incomprensible.
El Manuscrito Voynich —bautizado así en honor a su descubridor— es un libro con páginas cubiertas de una gramática desconocida, como si hubiese sido escrito por una mano firme que dominaba a la perfección un idioma que ningún ser humano ha hablado jamás. Sus ilustraciones muestran plantas que no crecen en la Tierra, diagramas astronómicos que desafían los modelos del cosmos y figuras humanas sumergidas en líquidos de naturaleza incierta. Pareciera que su autor poseía un conocimiento prohibido, una visión que no pertenecía a este mundo o que, peor aún, provenía de una mente extraviada.
William Newbold, experto en criptografía y célebre por descifrar códigos durante la I Guerra Mundial, dedicó sus últimos años a desentrañar el misterio, convencido de que las letras contenían microinscripciones que revelaban verdades ocultas. El manuscrito lo consumió: sus conclusiones fueron desestimadas, su cordura se desmoronó y su vida terminó en el desconcierto de una verdad que nunca pudo alcanzar.
Durante la Guerra Fría, los laboratorios de la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa de los EE. UU. tomaron el testigo. Pero las mentes más brillantes del espionaje estadounidense se rindieron: la estructura del texto desafiaba toda lógica. No había patrones discernibles, no se ajustaba a ningún lenguaje conocido, ni siquiera a los modelos de encriptación más avanzados.
El manuscrito ¿encierra conocimientos médicos prohibidos, fórmulas de venenos tan poderosos que nunca debieron ser descubiertos, principios rudimentarios sobre energía nuclear? ¿O acaso es una broma renacentista llevada al extremo, un engaño intelectual perpetrado por algún monje o alquimista de mente retorcida?
¡Quizás la única certeza sea que algunos misterios no están hechos para ser resueltos!

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