
No sé qué dirán los poetas cuando les preguntan sobre su arte aquellas personas que no escriben. Yo, que no frecuento la lírica, sino la narrativa y el ensayo, me pregunto más bien por qué hay personas que no escriben.
Y es que, puestos a ver, todo el mundo tiene una opinión sobre las cosas, los hechos, la vida, la política… tantos temas. Yo también; solo que expongo sobre el papel mis opiniones y no únicamente en conversaciones. Así que escribir no me parece nada raro, nada por lo cual tendrían que estar interrogándome.
Lo mismo puedo decir del hecho de urdir narraciones, cuentos o novelas. Me parece la cosa más natural del mundo. Cuando nos reunimos con amigos, ¿qué otra cosa hacemos sino contar historias, aparte de emitir opiniones, como destaqué en el párrafo anterior?
Y si vamos al cine, o simplemente vemos una película o una serie, en la televisión o en el teléfono, ¿no están acaso contándonos una historia? Vivimos en eso, desde que nacemos hasta el último día. Habla que te habla, cuenta que te cuenta, opina que te opina.
Esto vale tanto para el individuo como para la especie. Ignoro si nació primero la música, la danza, la pintura o la narración; lo que se sospecha es que, desde los albores de la humanidad, después de una comida, alrededor de una fogata, venían las historias sobre cacería, o sobre la jornada cotidiana.
De allí se habrá pasado a relatos más complejos, mitos cosmogónicos y esas cosas. Pero, pero, pero… el asunto es que los seres humanos no nos limitamos al mero contar de los hechos, sino que siempre tenemos que añadir algo más, tal como con la carne, el pollo, lo que estemos comiendo, o sea, aderezar el plato, o el cuento.
Este es un deseo natural, pienso yo, el de intervenir lo vivido o lo escuchado. Seguramente lo hacemos todos cuando escribimos o contamos algo a los amigos, mientras estamos tomando un café o unas cervezas, pensando que con esas líneas añadidas sonará mejor, más graciosa, más sorprendente.
Y si no queda mejor, tal vez no importa. “Estas líneas las hice yo”, posiblemente pensó el que trazó aquellas rayas en una cueva. En el caso de un cuento, podría ser: ahora que tiene mi toque es mío, nadie me lo podrá quitar. Así quiero que se recuerde. No como ocurrió, sino como me hubiera gustado que ocurriera.

valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
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Foto Geczain Tovar