Mientras mucha gente espera días feriados o de vacaciones para poder salir de la ciudad e ir a la playa, a Mérida, los Llanos o a donde les alcancen el presupuesto y la gasolina, yo espero el momento de poder disfrutar de mi ciudad a solas, y sentirla más mía.
En fechas como esta salgo a caminar, me como un helado, me tomo un café; o no hago nada en particular, salvo deambular por aquí y por allá. Luego, aprovecho de andar por el centro, que normalmente es una barahúnda de carros, de motos, de gente de todo tipo: vendedores ambulantes y no tanto, los que dicen que te cuidan el carro, los que te venden baratijas inútiles, los que te piden sin más ni más o andan viéndote para quitarte algo sin pedírtelo…
Todos ellos y muchos más no están. Y particularmente no está ese ruido infernal que hace que uno desee volver a la casa, apenas se interna en la cuadrícula de lo que fuera la ciudad colonial. Porque ahora pareciera que compiten por ver quién hace más ruido, como si con eso fueran a incrementar las ventas. Digo, una persona que anda buscando zapatos no se va a desviar a comprar juguetes porque escucha esa secuencia rítmica que llaman música.
En fin, yo camino lentamente, todo lo lentamente que puedo, sin que nadie me diga nada ni pretenda empujarme. Por aquí admiro esta fachada que normalmente no notaría en un día agitado, porque tendría que andar pendiente de los sujetos mencionados en el presente párrafo (empujadores) o de los mencionados en el segundo (pedigüeños, carteristas…).
Claro, en días como estos se corre también el riesgo de encontrar muchas cosas cerradas. Habría que irse a los grandes centros comerciales, o a lo que queda de ellos, para comprar. Pero, no es mi caso; yo no quiero comprar: sólo quiero ver, mirar, pensar…
Y esto me hace recordar los tiempos de antes. Porque la verdad es que en la zona comercial del centro de Valencia, y pese a lo que dicen, me parece no son tantas las cosas que han cambiado, aparte del nombre, ramo y fachada de los negocios. Muchos edificios más o menos se conservan, unos mejor, otros peor. Las casas coloniales que se han caído reciente están hacia calles secundarias.
Así, hago un poco de turismo en mi ciudad, y al mismo tiempo es como si hiciera turismo en el pasado, en la Valencia de cuando era niño. A lo mejor en estas andanzas me encuentro un día con mi yo de antes. Todo es posible. Nunca se sabe.