
Cabeza de mujer con mantilla blanca, c. 1882,
Fuente: https://www.museodelprado.es/
En estos días, cuando los ojos del mundo centran su mirada en El Vaticano, además de León XIV, el gran protagonista, otros detalles menos santos han estado en el comentario de muchos, y uno de esos ha sido la mantilla, pieza que se usó para ir a la iglesia y que fue desapareciendo después del Concilio Vaticano II, cuando no era obligatorio que las mujeres se cubrieran la cabeza.
La mantilla la vimos en la pasada semana santa española, retomando terreno y rescatando ese hermoso trabajo artesanal del bordado sobre el tul. En las imponentes procesiones, las cofradías de mujeres le suman teatralidad al acto con sus trajes negros, coronadas con peinetas que las mantillas cubren con solemnidad.
Hay quienes marcan su aparición en el siglo XVI, pero antes de esa fecha se usaban para cubrir la cabeza y parte del rostro. Luego se convirtió en accesorio aristocrático, como lo testimonian obras de Goya, Madrazo, Romero de Torres. Gracias a la influencia de Isabel II de España, en el siglo XIX se convirtió en símbolo nacional.
La tradición pasó a algunos países latinoamericanos donde se llevaba exclusivamente para las ceremonias religiosas, en cambio, en España también adornó las cabezas de las damas en las tardes de toros.
La moda desplazó la mantilla pero los bordadores prosiguieron su tarea en los talleres, dibujando motivos florales con hilos de seda sobre tul y ondas en los bordes. Las máquinas no han podido desplazar a la blonda o al chantilly bordados a mano.
Granada es tierra de toros y mantillas. La primera fuente de inspiración para los bordados fueron los arabescos de la Alhambra. Hoy es la naturaleza.
Las reinas católicas lucieron sus mantillas blancas en la plaza de San Pedro. La única que se supo su procedencia fue la de Letizia, esposa de Felipe VI. Salió del taller de la casa valenciana Santos Textil, proveedor oficial de las puntillas de las falleras mayores y contó con la colaboración de otra firma referente de este arte, Lina Sevilla, que creó el modelo media luna con motivos florales.
Pero no hay que ir al Vaticano ni a los toros para lucir una mantilla. Se puede llevar como chal y presumir de esos accesorios que más que moda son arte puro. Ya yo saqué la mía para la próxima fiesta.

Comunicadora Social egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. Ha ejercido el periodismo en galerías de arte, en el diario El Universal, mantiene el espacio Madame Glamour en el programa radial Las entrevistas de Carolina. Escribe de moda, arte y estilo de vida.
mayte.navarros@gmail.com