Improvisar no es cosa fácil. Se los digo yo, que acabo de improvisar este artículo entre una consulta médica y una parada de autobús. Pero para poder hacer eso, tengo años de experiencia improvisadora.
Vengo de un país sudamericano que improvisa constantemente, lo que ha acostumbrado a sus connacionales, desde bebés, a hacer lo propio. Luego, escogí estudiar Comunicación Social, que como van las sociedades y la comunicación lo mejor que se puede hacer es adaptarse o morir (profesionalmente, quiero decir). La evolución del télex a la inteligencia artificial como instrumento de trabajo en los medios fue a mil por hora, no hubo tiempo ni de marearse.
Improvisar no se trata de decir lo primero que se le viene a uno a la cabeza para salir del paso, sino de encontrar la mejor solución entre muchas para resolver un problema: desde enfrentarse a una situación nueva hasta salir de una situación vieja. Cambie usted la palabra situación por persona, país o problema y nos entenderemos mejor.
Es menester tener un repertorio de respuestas rápidas y eso solo se consigue con imaginación, experiencia y audacia.
Si usted no es audaz y deja pasar oportunidades, puede tener todas las respuestas en la mano, que nadie las oirá y menos las pondrá en práctica.
A veces se acierta y a veces no. Una parte del tema es tener resistencia para soportar las adversidades que trae equivocarse. Pero por una equivocación, vienen diez triunfos. Cuando improvisas y todo sale a pedir de boca es la gloria.
Así que estudia, documéntate, oye, sigue tus impulsos y lánzate a improvisar, que por lo menos no te vas a morir de aburrimiento.