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Albariño en las Rías Baixas – María Rosa Rullo

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Corcho del vino Albariño

El vino blanco no es mi preferido pero cuando se trata de un Albariño bien frío, hablamos de una bebida de los dioses. La variedad de la uva albariño es oriunda de Galicia y Portugal. Tuve la oportunidad de conocer un pequeño viñedo  en El Rosal, Galicia, España. Un viñedo ubicado en la zona de Miranxe en cuya casa ocurrió una de las tantas historias de solidaridad y hermandad que dan para escribir un libro.

Esta casa une a dos familias, los Domínguez, dueños de casa, y los Noya. En la España de la época de Franco, Juan Noya tenía un periódico de corte imparcial, El Heraldo Guardés. En algún momento el periódico se puso crítico con Franco y éste empezó a perseguir a Noya para matarlo.

Juan se escondió en Miranxe por un par de años aproximadamente, encerrado en una habitación. No se dejaba ver.

Un día, uno de los jóvenes de la familia de Miranxe estaba en los campos y vio que un grupo de la guardia civil iba hacia la casa y empezó a correr por los atajos para avisarle a Juan, quien brincó por la ventana y se escapó.

Si descubrían a la familia Domínguez que encubría a Juan también iban a matarlos. El joven era Domingo Iglesias Domínguez, padre de mi cuñado y apasionado del Albariño, a través de él aprendí a apreciarlo.

Cada vez que paso por Galicia voy a El Rosal, a la casa de Miranxe y me quedo en La Guardia, la población más meridional de la costa gallega, que colinda con Portugal a través de la frontera natural formada por el río Miño.

Allí mis días transcurren en la playa de El Molino, en las Rías Baixas, desde donde se puede ver el vaivén de las olas de una manera muy particular. Cuando sube la marea el agua es salada y entra hacia el río y cuando baja, es dulce y corre hacia el mar. Eso sí, sea agua proveniente del Atlántico o del Miño, viene congelada aunque haga un calor veraniego.

La comida en el puerto es divina, especialmente en el restaurante Chupa Ovos, con una regencia de tres generaciones que saben de pescados frescos, tapas y vinos.

Otra de las atracciones de La Guardia es el monte Santa Tecla, con una altura de 341 metros y una vista de 360 grados. Allí hay asentamientos que datan de más de 2000 años. Las Festas do Monte en agosto son uno de los momentos más divertidos de los guardenses y yo siempre llego unos días después. Para mi próxima visita voy a calcular mejor las fechas.

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María Rosa Rullo

Pensé que iba a trabajar siempre en un periódico y las vueltas de la vida me llevaron por otros rumbos luego de 23 años en El Universal. Ahora teletrabajo en emprendimientos de alimentación en Costa Rica, ocupándome de las comunicaciones. También me gusta ayudar, por eso dirijo la Fundación Project Junior Inc. www.projectjunior.org

mrulloubaldi@gmail.com

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