También conocido como Naïve Art.
Es una escuela que apela a la inocencia y la intuición.
Esta corriente artística, basada en la espontaneidad, intenta una ilusión de libertad, una propuesta de emancipación.
El arte ingenuo se caracteriza por sus colores brillantes, trazo informal, e interpretación libre, o incluso ausencia, de perspectiva.
Mi hermano Rafael (QEPD), con su maravilloso humor negro, a propósito de los cuadros de estos artistas, solía decir, “ingenuos son los que los compran”.
Esta introducción viene a cuento porque a pocos pasos de mi residencia, se instaló una galería de arte, justamente de Naïve Art.
Cada fin de semana hay una exposición diferente. Yo me detengo a ver la colección cada vez que paso por allí, y la verdad me conmueven los motivos, el colorido y la falta de normas.
Cada vez que siento necesidad de un bocado creativo o calórico, me asomo a esta galería y, junto con algo de picar, una cerveza o un vinito, me regocijo ante la interpretación de las intensas visiones de mis artistas favoritos.
Esa verdad colorida, sencilla y a la vez tan compleja, propia de la infancia.
Del lado izquierdo de las puertas de la galería, puede verse su nombre: Whirpool.
Sí, adivinaron, mi galería particular, donde me asomo cada vez que tengo hambre de cuerpo y espíritu, es la nevera de mi cocina, donde mis nietos me dejan sus dibujos, aguantados por imanes, cuando me visitan los fines de semana.
En conclusión, por esta vez voy a discrepar de mi brillante (y sarcástico) hermano, pues el talento y esa maravillosa ingenuidad expresada en las obras de mis niños de siete y cinco años, no tiene precio.
Bien decía Pablo Picasso, que: “Todo niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo artista una vez que crecemos.”