Hace poco tuve una cita en el banco.
Un amable señor me recibió y comenzamos a conversar.
Yo le dije que por favor chequeara mi balance.
Para mi sorpresa, el empleado bancario me pidió que me parara y acto seguido, se me acercó y me empujó.
Yo trastabillé un poco y enseguida recuperé mi equilibrio.
Si esto no fuese un chiste que me urgía contar, probablemente al empleado que tomó literalmente mi petición, lo hubiesen botado del banco.
Disculpen mi pésimo sentido del humor, pero al final me quedé pensando en eso del balance.
Indiscutiblemente la estabilidad financiera contribuye a la armonía general, y ciertamente el dinero, aunque no conduce a la felicidad, te deja a media cuadra y de paso calma los nervios. Pero también dicen por ahí, una frase muy vigente en estos días “hay gente muy pobre que solo tiene dinero”.
Yo me declaro totalmente ignorante del tema financiero y mientras menos tenga que pensar en ello, mejor.
Pero investigando sobre el concepto de balance, me cruzo con ese símbolo tan conocido en filosofías orientales, el Yin Yang. Una sencilla imagen que invita al balance, emocional, físico, mental.
Bíblicamente, al concepto de balance se le asocia con la templanza, esa virtud tan difícil de practicar ante una buena torta de chocolate.
También aprendí que el pato es el animal que simboliza el equilibrio, la gracia, la adaptabilidad, la intuición. Lo tendré en cuenta cuando los salude cada día en mis caminatas.
En fin, todo lo anterior se dice fácil.
Yo me declaro temblorosa y con caótico equilibrio.
Esa anarquía introspectiva creo que es lo que me mueve, me desconcierta, me tumba, me hace pararme de nuevo, me inquieta el ánimo, me enseña, me mantiene inspirada y plena.
Al menos lo intento.
Como muestra de ese proceso de balance personal, podría decirse que, hasta de los chistes malos con los cuales a veces atormento a mis lectores, se aprende algo.
Al empleado del banco deberían condecorarlo, a veces hace falta que a uno lo sacudan.
Leonor Henríquez (Caracas, Venezuela) Ingeniero Civil de profesión
(UCAB 1985).
Escritora y aprendiz de poeta por vocación.
De su paso por la ingeniería surgieron sus Cuentos de Oficina (1997), otra manera de ver al mundo corporativo. Entre sus últimas publicaciones se incluyen sus reflexiones sobre el duelo, Hopecrumbs (2020) (www.hopecrumbs.com) y “The Adventures of Chispita” (2021), una alegoría de la vida en el vientre materno. (www.chispita.ca)
Hoy en día comparte sus “meditaciones impulsivas” desde Calgary, Canadá, ciudad donde reside.
leonorcanada@gmail.com