Gente que Cuenta

Bus de pueblo,
por Lucy Gómez

Autobus interurbano Atril press e1697758421773
“…y el autobús, con calma, arrancó otra vez…”

Ya llegaba el autobús, un C 30 que viaja por la costa española del Maresme, entre Premià de Mar y Mataró, la capital regional. Se puede pagar en efectivo, con tarjeta o un abono, que sale mucho más barato. Todo está limpio y funciona: las rampas que se extienden para que suban los carritos de bebé y las sillas de ruedas, el aire acondicionado, los asientos adaptados para mayores, enfermos y minusválidos.  Los choferes manejan ese vehículo de 18.000 kilos prácticamente con un dedo.

Ese día, el chofer se había peleado con el dispensador de monedas que no acababa de enderezarse, pero al fin había logrado una solución. Aun así, no arrancaba y pasaban cinco minutos de la hora prevista. Solo miraba fijamente su ventana. Los pasajeros empezaban a removerse en sus sillas y a comentar a media voz. Una señora, sentada en un asiento delantero, explicó entonces animadamente que había una abeja o una avispa en el cristal.

Pasaron un par de minutos más. Ante la parálisis se levantó un joven de algo más de un metro ochenta, bien ancho de espaldas, que en tres zancadas fue, al parecer, a comerse vivo al conductor. La señora portavoz se encogió visiblemente, los de las primeras filas voltearon hacia atrás con la intención de saltar hacia la puerta trasera en el momento en que se materializara la amenaza. Pero el muchacho sólo se sacó un zapato mientras repetía: “las abejas sirven, las avispas no”. Entonces, la mató.

Se fue a sentar, zapato en mano. Todo el pasaje reía y respiraba aliviado. En los minutos siguientes, el chofer empezó a bromear sobre las avispas, las abejas y el zapatazo, mientras le hacía contrapunto el verdugo: “la maté con un 46 “, repetía.

Dimos vueltas y vueltas por las calles, hasta que, en una parada, se subieron dos mujeres que saludaron por su nombre al conductor, el Quique. Quique se volteó a informar que no pasaría por la plaza de Las Teresas y que, al día siguiente tampoco, porque iban a hacer unos trabajos, una remodelación, quién sabe. Acto seguido, una de las amigas de Quique sacó el celular para llamar en alta voz a una conocida que esperaba precisamente allá, para decirle que, o echaba una carrera o perdía el autobús.

Al mismo tiempo, le pidió a Quique que se esperara un poco. Estábamos en medio de la calle. Le respondió que no podía, porque si el horario, que si la avispa… Mientras, ellas suplicaban, informaban a su amiga por teléfono y reportaban en voz alta sus respuestas. Les contaba jadeante que ya iba por el semáforo, que solo le faltaban unos metros. Le recomendaron correr y a Quique que la esperara. Advirtió que sólo se aguantaría unos momentos más. “¡Que estoy en medio de la calle!”

Unos momentos más y entró ella, jadeante y despeinada. Quique sonrió, las señoras la saludaron con alborozo y el autobús, con calma, arrancó otra vez, por fin.

Lucy Gómez e1647642232444
Lucy Gómez Periodista, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Fue jefe de redacción y de la sección política, de varios diarios de Caracas y Valencia, durante más de veinte años.
es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com

de la misma autora

9

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!