Una parábola al vacío*, por Álvaro Ríos
La película casi comenzaba cuando de pronto la abuela, como de costumbre, me hizo el llamado de atención:
—Deja de usar la silla del abuelo, ¿no ves que está estropeada? Un día de éstos colapsará y recibirás un buen trancazo por tonto.
Desde luego, dejé sin efecto su recomendación.
Pasada una hora y antes de la persecución final, a la altura del interrogatorio que los detectives le hacen al muchacho, volví a expresar el mismo comentario: pero miren al Brad Pitt, ¡qué jovencito que se ve el condenado! ¿Quién lo diría?
Lo cierto es que odié a ese imbécil: ¿cómo se le ocurre meterse con Thelma?
Amo a Thelma, amo a Geena Davies. Desde que la vi en Beetlejuice (Tim Burton, 1988), he estado perdidamente enamorado de ella. A Susan, es decir, a Louise, también la amo, aunque no ...