Remiendos, por Leonor Henríquez
En esta época del año es normal que los bolsillos se encuentren golpeados, es decir medio vacíos.
Son tiempos de generosidad e indulgencias, como debe ser.
Pero en este caso, los bolsillos de mi abrigo de invierno estaban literalmente, rotos.
Por un momento quise sucumbir al consumismo y salir a comprarme uno nuevo, pero no lo hice, eso iría en contra de mis principios y de la memoria de mi madre, artista de la aguja y el dedal.
Así que decidí coserlos yo misma.
Estaba segura de que en mi casa existía ese mítico objeto: el costurero.
En mi caso, una pieza más inútil que cenicero en motocicleta.
Pero lo encontré, allí estaba, con sus compartimientos llenos de hilos, agujas, alfileres, dedales y otros elementos desconocidos.
Con más torpeza que destreza y este par...