En tiempos de las Kardashians vale recordar que hubo una época en la cual las científicas daban de qué hablar.
Fue el caso de la Marie Curie, cuando mantuvo una relación amorosa con el antiguo alumno de su marido Pierre. Si bien Pierre ya había muerto, el enamorado de Marie era casado; infeliz, pero casado. Su mujer descubrió las cartas de la Curie instándolo a divorciarse y, rabiosa, las envió a un periódico sensacionalista parisino. Fueron semanas de bochinche, durante las cuales se dijo de todo de Marie, inclusive argumentando que era una judía rompe hogares. Tal fue la onda que se levantó contra ella, que el comité Nobel le sugirió que no apareciera a recibir el premio que le habían otorgado porque tendría que estrecharle la mano al Rey de Suecia, y se vería mal que recibiera la mano de una adúltera. Marie fue de todas maneras.
Francia demoró mucho en rendirle los honores que distribuía alegremente a otras personas por logros mucho menores. Al morir Marie, a consecuencia de la radiación que recibió durante sus investigaciones, ya detentaba dos premios Nobel en dos áreas diferentes de las ciencias. Además, había inventado, desarrollado el prototipo y comandado la implementación de equipos móviles de Rayos X para el campo de batalla. Se piensa que este trabajo puede haber ayudado más de un millón de soldados durante la guerra.
Hoy por hoy ya nadie recuerda a Marie Curie por su relación amorosa con un hombre casado.
Sin embargo, ya más en nuestro tiempo, se menciona más a Jennifer Doudna que a Emmanuelle Charpentier, con quien dividió el premio Nobel hace un par de años. Tal vez la diferencia se deba a que Jennifer sonríe y es más fotogénica. Mejor Jennifer que las Kardashians, que sólo tienen traseros memorables para ofrecer.