Gente que Cuenta

Crucigrama policial,
por Victorino Muñoz

Detective Atril press
Estereotipo de un detective policial.
Tomado de Pinterest

Confieso, desde el inicio, que nunca me ha atraído demasiado el género policial; menos ahora que es prácticamente una moda, en casi cualquier ámbito: desde el cine y las series (algunas de las cuales se prolongan por larguísimas temporadas), hasta la literatura más seria (sea lo que sea que eso signifique).

Aun cuando sé que puede haber diferencias de grado y de calidad entre diversos autores o producciones, me parece que la dinámica siempre se reduce más o menos a lo mismo: alguien mata a alguien para que se vea si otro puede descubrirlo y atraparlo.

Entiendo que lo que engancha a las personas con este género es ver el pulso de astucias, desplegadas por el victimario y el detective o los detectives, como en un juego de ajedrez. Entonces, lo que se convierte en el supremo valor es la inteligencia que se evidencian en el ocultamiento o en el descubrimiento.

Y, por supuesto, parte del encanto está en la emulación que hace el espectador-lector, quien no solo trata de resolver el acertijo planteado, sino que piensa en cómo actuaría si estuviera en el lugar del villano o del investigador; así como también hay otros elementos que se suman para despertar atracción o repulsión: la personalidad de los antagonistas (villano-héroe), sus diálogos cargados de ironía o qué sé yo.

Todo hasta aquí va muy bien y yo lo entiendo. Pero hay algo que me impide disfrutar del verdadero espectáculo, que es, como mencionaba, el juego de astucias que se desarrolla, a la manera del gato y el ratón, y que atrapa a la mayoría de los fanáticos del género.

Es probable que pocos me entiendan a mí. Porque de esa historia o ese drama que acontece en la pantalla o el papel, yo me quedo pensando es en la pobre víctima: quién era, qué hacía, por qué tuvo que morir tan joven o de esa forma. Me parece injusto lo que le hicieron. Me pregunto lo que pasa con sus familiares, cómo se sienten, etc.

Lo sé: soy eso que llaman un tonto sentimental. Un aburrido dirían muchos. Un aguafiestas, añaden otros. Está bien, lo admito. Acepto que me critiquen por ser así, por no disfrutar del asunto como lo que es, como mera ficción.

El problema es que no es sólo ficción. Esas cosas pasan diariamente en la vida real, pero muchas quedan sin resolverse, no como en la película o el libro. Y yo simplemente no encuentro ameno un espectáculo en el que la vida pasa a un segundo plano, porque me recuerda la triste realidad de muchos.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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