
Fuente: @marugodas
Mañana es día de hacer la diligencia. ¿Cuál diligencia? Eso es lo de menos, porque siempre se trata de reunir documentos, poner el despertador e irse a dormir pendiente.
Hora de levantarse, lo cual no significa de despertarse, y como puedes te encomiendas a un buen café y te pones en marcha.
Resulta que cuando llegas, ya hay fila para entrar. Yo nunca he entendido de dónde sale tanta gente que desde ayer estaba en lo mismo.
Siempre hay un vigilante que te dice para dónde tienes que ir. Impresionante que después ni tú lo recuerdas ni él te va a recordar. Subes, esperas, sigues esperando hasta que por fin te toca. Te piden los papeles como cuando te preguntaban la tabla del ocho, que te la aprendías en orden y después había que responderla salteada.
Felizmente logras pasar la prueba, siempre por un tris, porque faltaba algo y como le caíste en gracia al que te atendió, lo resolvió in situ.
Todo esto lo vives en un duermevela, porque a los que somos noctámbulos temprano en la mañana nos funciona una mínima parte del cerebro, a veces ni eso.
Bueno, pero por fin se termina y con final feliz.
Se va desvaneciendo la gente que nunca habías visto y muy probablemente nunca vas a volver a ver. Esperando quien te devuelva a tu casa, oyes a una señora que por teléfono ofrece un perro. Le pones cuidado porque siempre le pones cuidado a lo que tenga que ver con perros, pero en eso te vienen a buscar y te vas pensando que esa señora también se va a disolver y que nunca vas a enterarte del desenlace de su capítulo canino. Con lo cerca que estaba…

Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com