No me cabe duda de que en el mundo del deporte se hace un uso abusivo de las estadísticas. A veces hasta inventan cosas tan enrevesadas como que un jugador anota más puntos cuando lleva las trencitas o usa coleta. Ganas de tener algo que decir, mientras transcurre el juego.
Ahora, eso lo entiendo de deportes que son más lentos en el accionar, como el béisbol; o los que a veces caen en un bache y parece que no sucede nada, como en el fútbol. No obstante, en baloncesto no creo que haga falta esto, ya que es un deporte bastante dinámico.
En fin, a lo que iba. Pese a que Shaquille O’Neal dijo en una ocasión que la única cifra que importa al final del juego es aquella que dice quién ganó, recientemente el deporte de los gigantes ha vuelto a ser noticia por una estadística.
Se trata de LeBron James y su increíble cifra de 40.000 puntos en la NBA, convirtiéndose en el primer ser humano en alcanzar tal hazaña. Aunque ya desde esta temporada era también el máximo anotador de todos los tiempos, sobrepasando al mítico Kareem Abdul-Jabbar.
Debo confesar que para mí LeBron siempre fue un tipo odioso, bastante engreído, en una liga donde ya es también excesivo el culto a la personalidad de los jugadores. Sin embargo, comencé a verlo con mejores ojos cuando pronunció unas palabras bastante emotivas con motivo del fallecimiento de Kobe Bryant.
Luego, el interés manifiesto por jugar con su hijo LeBron Jr., mejor conocido como Bronny, y el hecho de que ha salido al paso a declaraciones donde descalifican a este, revelan algo que a menudo olvidamos: que las súper estrellas son también humanos.
Nunca vi jugar a Wilt Chamberlain, apenas vi los últimos destellos de Magic Johnson; pero sí disfruté cada momento de la carrera de su majestad Michael Jordan, como ahora de LeBron, de Kevin Durant, Stephen Curry, entre otros fenómenos.
Y no hace falta ni estar haciendo comparaciones entre ellos; mucho menos pretender tapar el sol con un dedo, menoscabando méritos y sacando estadísticas engorrosas para demostrar que son o no son buenos.
Lo que está a la vista no necesita anteojos. 40.000 es una gran cifra. Allí en ese sitial estará LeBron hasta que alguien venga a tumbarle la corona. Mientras tanto, lo único que podemos hacer los verdaderos amantes del deporte es celebrar gritando vivas al rey, como se hacía en la antigüedad.
Solo que a diferencia de aquellos monarcas, que lo eran solo por haber nacido, LeBron se ganó su título a pulso y sudando, noche tras noche, juego a juego, en su larga y exitosa carrera de 21 temporadas.