El doctor,
por Luli Delgado

Durante la más reciente consulta médica a la que fui, el doctor fue lapidario: “Te estás cavando tu propia tumba”.

Como desde mi más tierna infancia aprendí a no responder so pena de un diente menos, me quedé callada. Ahora, ya no por infancia, sino por vieja, sé que es mejor no entrar en discusiones inútiles. Lo dejé de ese tamaño.

Eso sí. Salí de la consulta dispuesta a tomarme todos los remedios que me recetó, ocho en total. Me gasté un dineral y de paso metí en la tómbola al señor de mi casa, porque el médico dijo que a él también le harían bien.

En eso quedamos hasta que Alfredo resolvió dejarlo de ese tamaño. Yo en cambio sigo, no ya para para dejar descansar la pala sino porque no voy a perder los reales.

Es que con el tiempo las cosas van cambiando, o mejor, uno va cambiando. Una vez, cuando era muy joven, un médico amigo de la familia me preguntó si tenía seguro, porque a su juicio necesitaba hospitalizarme y revisarme de cabo a rabo.

Contaba él, porque yo ni me di cuenta, que al oírlo asumí la posición fetal y empecé a llorar. El miedo es libre.

Tampoco en esa época sabía nada sobre salud, y en estos días le hablé a Ceci de glaucoma y me preguntó si eso daba en la sangre. Juventud e inconsciencia, a todos nos bendijo Dios en algún momento.

La verdad le agradecí mucho su preocupación por mi salud y me comprometí a seguir de la mejor manera sus orientaciones, pero eso de cavar mi propia tumba me quedó diríamos que entre ceja y ceja. ¿Cuánto llevo de los cinco metros que prescribe la ley? Yo para tener una idea ¿Y para qué me dijo entonces que mi tensión, corazón y pulmones estaban bien? Y si camino y no como queso, como me dijo que hiciera, ¿hay posibilidades de que le eche tierra al hueco? Y ya más pensando en nuestro destino, ¿no es eso a fin de cuentas en lo que andamos todos? Siempre se me ocurren esas cosas después, cuando ya no hay chance de preguntar. A lo mejor ustedes me ayudan.

En cuanto a la pala, voy avisando, ¡prefiero el crematorio!

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