Gente que Cuenta

El orden altera el producto,
por José Manuel Peláez

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“El Elogio a la locura de Erasmo está apretado entre 20.000 Leguas de viaje submarino de Verne y El halcón maltés de Hammett…”

Manolo suele repetir: “el Orden es poder”. Como yo conozco su táctica de no dar explicaciones que no le pidan, me mantengo lejos del tema para evitar que mi amigo me ponga a pensar de más.

Pero el que yo no quiera entrar en el tema no pudo callar el ruido en mi mente la última vez que visité su casa. Manolo vive dentro de un orden apacible; cada cosa tiene su lugar con libertades nada alarmantes. No hay nada sucio, pero tampoco el apartamento se parece a un quirófano. Las sillas no están alineadas al milímetro y quizás el último vaso usado esté todavía sin limpiar. Estas “pecas”, sin embargo, le dan calidez al ambiente.

Lo que me hizo ruido fue su biblioteca. La que actualmente tiene es un largo mueble de tres estantes repletos de lomos que no están organizados ni por autor, ni por editorial, ni por tema, ni por idioma ni por ningún otro criterio que se me pudiera ocurrir. El Elogio a la locura de Erasmo está apretado entre 20.000 Leguas de viaje submarino de Verne y El halcón maltés de Hammett y ese azar reina en los tres estantes. No se trataba justamente de una muestra de orden.

─ Nunca adivinarás el criterio ─ Musitó el aparecido Manolo tendiéndome un vaso corto con un Single Malt que, según él, nunca debe beberse en soledad.

Mientras paladeábamos el elixir, Manolo me lo explicó todo. Para él, los libros eran como los amigos y así había que organizarlos. Los tres tramos tenían sentido: el del medio era para los libros que a él le producían placer de manera natural, sin explicación; el de arriba era para aquellos que exigían un empeño mayor (por eso necesitaba subirse a una pequeña banqueta para alcanzarlos) pero siempre le devolvían una satisfacción que premiaba ese esfuerzo y; finalmente, en el estante de abajo estaban los libros que le generaban ciertas molestias (como la de agacharse, por ejemplo) pero que también justificaban su lectura.

No finalizaba ahí la cosa. Cada estante tenia un orden. Manolo, siguiendo la dirección de la lectura en castellano, ordenaba de izquierda a derecha los libros de acuerdo con su interés decreciente en ellos. Clasificación intransferible e incuestionable que trasformaba su biblioteca en un sistema de meridianos y paralelos trazados por su cabeza y su corazón y similar al que usaría con sus hipotéticos amigos: los naturales, los que exigen esfuerzo y los que molestan.

Al terminar los tragos, Manolo me llevó a su cuarto y me enseñó la mesilla donde reposaban unos pocos libros.

─ Estos nunca van a la biblioteca porque sé que en todo momento puedo tomar cualquiera de ellos, abrirlos al azar y ya no estaré solo.

Cuando me marchaba esa tarde, reparé en un gran arcón y se lo señalé a Manolo. Lo abrió, estaba repleto de libros.

─ Estos son los que nunca quiero volver a ver. A veces pienso en quemarlos, pero luego opto por regalarlos… ¿quieres llevarte uno?

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José Manuel Peláez
Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com

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