Gente que Cuenta

Empanada de pato a la Sissí, por Ana Vidal

Ludwig Knaus e1661610040408
Ludwig Knaus,
La mesa de los niños,1868

ler em português

Éramos un montón. Indisciplinados, ruidosos, alegres, muchas veces casi harapientos de tanto trepar a los árboles y correr por el campo en completa libertad. Entre niños y niñas, todos primos hermanos, éramos diecisiete. De todas las edades, de todos los tamaños, de todas las formas. Siempre nos reuníamos para cenar los domingos en casa de la abuela. Y era una fiesta. Venían los que vivían cerca y los que vivían lejos, los que aún no habían salido de casa y los que estudiaban internos – estos eran los mayores. La cena en casa de la abuela seguía rituales sagrados: la gran mesa rectangular, con todas las tablas que la extendían, colocada en diagonal en el comedor, para que todos pudiéramos sentarnos; la división, clara entre los “grandes” y los “menores” – un apartheid que fue bien aceptado por todos, incluso con cierto alivio; la prohibición de levantarse de la mesa hasta que la abuela lo decretara, con cierta solemnidad. Hasta que los platos llegaban a nuestro lado de la mesa, (la última a ser servida, por supuesto), la espera era larga – como nos parecía a nuestra perpetua hambre de niños -, pero se compensaba con la relativa libertad de movimiento y charla, porque el control de los padres era distante y distraído por la conversación entre los adultos al otro lado de la barricada.

La manada tenía su jerarquía, bien definida por las edades. Y las reglas eran sencillas y leoninas, como siempre lo son en estos grupos: mandan los mayores, obedecen los menores. Mi prima Rita pertenecía al “medio”: el lugar desagradecido que no era ni el de los primos mayores, que dictaban las reglas, ni el de los que eran considerados los “esclavos” y aún no tenían voto en el asunto. Esa fue una de las desgracias de Rita, la edad. La otra, mucho más importante, era la de ser hija única. Era, por cierto, la única hija única en toda la familia. Era la más vigilada, la más víctima de la ansiedad de los padres, de todos nosotros era la más protegida. Sólo cuando lograba disolverse en la manada era que se liberaba un poco de la excesiva atención que recibía. Rita fue una de los primeros primos en urbanizarse: después de pasar unos años en el Alentejo, mis tíos se mudaron a Lisboa. Y fue en la ciudad donde ella realmente encontró su espacio: respiró hondo, encontró su equilibrio y voló sola. Fue así como se convirtió en una mujer independiente, segura, completamente autónoma. Y divertida. No es exactamente la típica hada de la casa. Ni siquiera le importa, porque hay mucho más que hacer, dice con gracia, y que de los quehaceres domésticos sólo le gusta arreglar jarrones con flores y que, en eso, “salió a la Sissi de Baviera, pero sin el bozo”. Pero no es verdad. También cocina cuando quiere, y lo hace muy bien. Esta “Empanada de Pato a la Sisí” (que ella inventó y nombró) es un buen ejemplo de ello.

Curiosamente, fue ella quien heredó la casa de la abuela, reducto de los más dulces recuerdos de infancia de toda la pandilla, que así volvió a sus orígenes, al menos los fines de semana. Y ciertamente no fue por casualidad.

Aquí está la receta, dada por ella.

½ pato cocido, deshuesado y desmenuzado (por María, porque esta es la parte aburrida)

1 paquete de champiñones frescos

1 manojo grande de cilantro

1 paquete de crema de leche

2 paquetes de masa de hojaldre fresca

(para un molde para empanada de 26 cm de diámetro)

Sofrío los champiñones en aceite de oliva con 3 o 4 dientes de ajo, junto el pato y el cilantro. Para que quede aterciopelado, añado 1 paquete de crema. Y sazono… con polvo de parampampín (pimienta, cebollín, y no sé, lo que te apetezca en el momento).

Pongo todo en el molde de la empanada que ya he forrado con una de las masas, cubro con la otra masa, abro una chimenea y horneo la empanada.

Es un éxito y va de maravilla con una buena ensalada de todo (lechugas de varios tipos, espinacas crudas, rúcula, nueces, pasas, y todo lo que la imaginación quiera).

Ana Vidal
Ana Vidal (Lisboa,1957) estudió Comunicación, Marketing y Publicidad y se ha desempeñado como periodista, copywriter, cronista, letrista y otros istas, porque una mujer no cabe en una sola piel. Juega con palabras desde que se conoce, por gusto, impulso e necesidad de equilibrio. Apasionada por el universo de la lusofonía, sus otras pasiones son el mar, los viajes, la música y la cocina. Es miembro de la Sociedad Portuguesa de Autores y del Pen Club Portugués. Tiene libros publicados y otros cocinándose. Vive en Sintra, pero podría vivir en cualquier otra parte del mundo.
anavidal7@gmail.com

de la misma autora

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!