
Mujer con amapolas, 1918-1919
En el vasto teatro de la mente, el “no sé” es ese momento mágico en el que el telón no se ha alzado del todo, y el público contiene el aliento esperando lo inesperado. Es un paréntesis en el frenético guion de la vida, un suspiro profundo antes del siguiente acto.
El “no sé” es un jardín secreto donde las ideas se toman de la mano y bailan bajo la luna de la contemplación. Es la chispa invisible que enciende la creatividad, el rincón donde las preguntas duermen y sueñan con convertirse en respuestas. Es la pausa entre dos notas, esa tensión deliciosa que da vida a la melodía.
En este espacio etéreo, las certezas se disuelven como niebla al amanecer, dejando tras de sí un campo abierto de posibilidades. Aquí, la mente se permite vagar, explorar, y descubrir horizontes insospechados. El “no sé” no es la ausencia de decisión, sino la incubadora de la sabiduría, el refugio de la paciencia.
Aceptar el “no sé” es reconocer que no todas las verdades se revelan a la primera vista. Es ser como el artesano que acaricia la arcilla, moldeando con cuidado y tiempo cada respuesta, permitiendo que la incertidumbre guíe sus manos.
El “no sé” no es un punto de debilidad; es el dominio de los exploradores del pensamiento, de aquellos que se atreven a caminar en los senderos menos transitados de la conciencia. Es un refugio donde la duda se convierte en la fuente de una verdad más profunda, donde las certezas se desvanecen para dar paso a una comprensión más amplia y matizada.
En el “no sé” habitan la humildad y la sabiduría, la aceptación de que la vida no siempre se ajusta a los confines rígidos del “sí” o el “no”. Este espacio nos invita a cuestionar, a desafiar nuestras propias percepciones y a reconocer la riqueza de las posibilidades que se encuentran en la intersección de la certeza y la duda.

Escritora, novelista, cuentista, ensayista, periodista, articulista.
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@solmorillob