Gente que Cuenta

Es de agradecer, por José Manuel Peláez

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Jacopo Pontormo,
Retrato de dos amigos, c. 1522
Fuente: https://commons.wikimedia.org/

 Venía caminando sin prestar mucha atención y casi no tuve tiempo de reconocerle cuando se abalanzó sobre mí y me abrazó con tal efusión que la vergüenza casi me mata porque todos a nuestro alrededor, no sé si por envidia o por complicidad, se estarían preguntando la razón para tanto regocijo.

Hacía tres años, Emanuel (con E al principio) estaba en una disyuntiva entre quedarse en su país o viajar a otro muy lejano y distinto al suyo donde tendría que empezar desde cero. En aquellos momentos éramos compañeros de trabajo y viéndolo debatirse en un remolino de dudas que se lo tragaba, le invité a unos tragos y, con una asertividad que nunca utilizo para mí mismo, le miré muy serio y le dije que debía irse. Irse, sin más, sin pensar demasiado, sin mirar atrás, simplemente dar el paso al frente y romper el vaso de angustias del que estaba bebiendo desde hacía semanas.

Emanuel me hizo caso y se fue. No supe más de él hasta el exagerado abrazo con el que celebraba haberme encontrado. Me contó que lo que le dije fue lo mejor que le había pasado en su vida. Después de algunos tiempos difíciles, se levantó de nuevo, conoció otro país, otras gentes, otro idioma y su forma de ver la vida había cambiado radicalmente. Al verse renovado, intentó comunicarse conmigo para agradecer mi apoyo, pero yo ya no trabajaba en la misma empresa y no pudo localizarme hasta que el azar (vaya usted a saber qué es eso) me puso frente a él. Volvió a abrazarme y a agradecerme a la vez que se felicitaba por haber hablado conmigo en aquella ocasión porque yo sabía exactamente lo que él necesitaba.

Mientras lo hacía, yo recordé que cuando le di el consejo de irse, yo, realmente, no tenía mucha idea de que lo que le estaba diciendo era lo mejor. Lo hice en un impulso, como quien le lanza un salvavidas a un náufrago sin preocuparse por la marca o la talla del salvavidas. Lo hice no para que me lo agradeciera, de eso estoy completamente seguro. Sin embargo, su agradecimiento, en ese momento, fue una especie de salvavidas para mí. De pronto disfruté de un instante en el que tuve una certeza, la certeza de que mis expectativas para cambiar al mundo son mucho menos importantes que la posibilidad de que la vida de una sola persona sea mejor por algo que yo haya hecho.

Claro que también valoré el valor del agradecimiento de Emanuel (con E al principio) hacia mí y me prometí que algún día yo debería mostrarle el mío.

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José Manuel Peláez Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas. josemanuel.pelaez@gmail.com

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