Es el origen de las novelas de detectives, donde se intenta encontrar siempre un culpable. También el de los diccionarios, con la intención imposible de concentrar todo el conocimiento (y si no, que lo diga la inteligencia artificial, diccionario fantástico de nuestra época).
Buscar también es una manera de controlar. Cuando estás inseguro o no sabes dónde está alguien, lo buscas en la red, le pones un control parental, le colocas un localizador en el teléfono.
¿Cuántas veces buscas? Yo empiezo diariamente, desde temprano. Quizá porque pierdo objetos con frecuencia o porque noto que me falta algo. No sé qué significa una palabra o no sé cuál es la precisa para lo que quiero decir, por ejemplo. O me faltan imágenes para un trabajo. O no sé cómo se cocina algo.
Es verdad que para algunos, buscar es angustioso, pero yo reivindico el placer que da, porque lo satisfactorio, lo verdaderamente maravilloso, no es encontrar la cosa al fin, sino buscar. Ese pasar por todas las posibilidades, sitios geográficos, mentales y emocionales donde puede estar.
Allí, frecuentemente encuentro lo que no se me ha perdido. No siempre es malo. Lo recojo si me sirve y sigo adelante tras el concepto, la cosa o la persona deseada.
Los objetos, palabras, procesos, mecanismos o individuos que encuentras en las búsquedas son valiosos para ir caminando por ahí, gastando el día y la vida.