Gente que Cuenta

La cuenta que no da nada, por Victorino Muñoz

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Andy Warhol,
Arma, 1981

Este encuentro sucedió hace más de treinta años. Pero todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Sobre todo por sus repercusiones en mí y porque sigue estando vigente en tantas partes. De hecho, tal vez este encuentro se repite todos los días, en cada barrio de cada gran ciudad de este país y tal vez de toda Latinoamérica.

Yo regresaba de la Universidad. Había escogido el turno de la noche, porque me tocaba trabajar en el día. El transporte me depositaba a unas cinco u ocho cuadras de mi casa, dependiendo del camino que escogiera.

Debo aclarar que yo solía llegar a las diez de la noche y vivía en un barrio bastante peligroso, de modo que escoger el camino largo era preferible, por el tema de la seguridad. Pero aquella noche escogí el corto.

En una esquina estaba Pepe, un muchacho que a veces jugaba fútbol y otras veces robaba y mataba gente. En ese momento Pepe tenía un arma y amedrentaba a unos niños. No sé cómo hice para convencerlo de que los perdonara. Pero me hizo caso. Por alguna razón me respetaba.

– ¿Qué estás haciendo, flaco? – así me apodaban.

Le conté que había empezado en la universidad.

– Ah, ¿y estás trabajando con el viejo Lucho?

Así era. Quiso saber cuánto ganaba.

– 3.500 a la semana.

– ¿Qué? – más que preguntar, gritó – Yo me ganó diez veces eso tirando un quieto.

En aquel tiempo, esa palabra significaba atraco.

A las dos semanas, a Pepe lo mataron. Desde ese entonces yo he trabajado 32 años más, multiplicado por 52 semanas, multiplicado por mi sueldo… todo eso no se lo ha ganado Pepe, porque ya no trabaja, ni roba, ni mata.

Esa cuenta nunca la sacó. Y tampoco la sacan los muchachos que viven en los barrios y deciden un día empuñar pistolas. Pero éstas, ya se sabe, tienen la mala costumbre de terminar apuntando al que las dispara, por aquello de “el que a hierro mata…”

Yo no le dije nada de eso a Pepe aquella anoche, porque no lo sabía, porque yo sólo era un muchacho como él, de 18 años, y no tenía nada de experiencia, o porque no es muy fácil tratar de convencer a alguien que tiene un arma.

El que usa revólver parece tener siempre la razón. Pero es algo circunstancial. Tarde o temprano, ya no tendrá la razón, ni la vida, ni el arma.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de Olímpicos e integrados, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y Página Roja, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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