En nuestra entrega anterior vimos cómo la modernidad introducida a partir de la invención de la fotografía y los tubos de pasta de óleo, cambiaron el curso y el ritmo del arte para siempre.
Sólo pensar en Monet, paseando con su esposa Camille y su hijo Jean por la campiña de Argenteuil cerca del río Sena; él, va cargando un cajón tipo neceser con los tubos de pintura, los pinceles, el caballete y una tela tamaño cien por ochenta, buscado un motivo para pintar.
De repente ve a su esposa y a su hijo en una loma, no muy alta, en una pose tan natural, como la del que espera al que se queda atrás; él, toma sus pinceles y tubos de óleo blanco de plomo, amarillo de cadmio, bermellón, verde cromo y azul ultramarino. Lo encandila la luz del día. Pero en ágiles y espontáneos trazos y con un “no se muevan”, da con un cuadro que casi parece una instantánea.
Ya no había marcha atrás.
El abandono del taller por la pintura al aire libre fue la consecuencia inmediata del cambio ocurrido. Fue un tsunami global. Las protestas de estudiantes de pintura en las Academias de Bellas Artes de las principales capitales de Europa y América, no se hicieron esperar.
En Caracas, la huelga en la Academia de Bellas Artes, dirigida en ese momento por Antonio Herrera Toro, reivindicó la lucha: lograr un cambio en la modalidad de estudios rigurosamente académica, apática y carente de riqueza espiritual en la que transcurría la apacible vida de la escuela de arte caraqueña durante los primeros años del gomecismo, por cosas novedosas como las que se hacían en Paris. Los estudiantes rebeldes naturalmente fueron expulsados.
Sin embargo, la inquietud por la experimentación, los lleva a formar el Círculo de Bellas Artes también llamado La Escuela de Caracas. La intención de los estudiantes congregados en el grupo era combinar la tradición técnica realista decimonónica con elementos de la modernidad alcanzada, como el trabajo al aire libre y la observación directa de la naturaleza. Este grupo da a la posteridad tres generaciones de paisajistas. La generación fundadora, integrada por Federico Brandt, Manuel Cabré, Antonio Edmundo Monsanto, Cesar Prieto, Rafael Monasterios, Armando Reverón, Luis Alfredo López Méndez y Próspero Martínez.
En la segunda generación de paisajistas ubicamos a Marcos Castillo, Rafael Ramón González, Pedro Ángel González y Antonio Alcántara.
De la generación siguiente hay que mencionar a Tomás Golding y Pablo Benavides. Cada uno con una vida fascinante en el desarrollo de una técnica y estilo propio a partir de un tema común a todos: el valle de Caracas con la gran montaña al fondo: el Ávila.