Gente que Cuenta

La raya de la carretera, por Victorino Muñoz

Instagram Atril press
“…cada día me queda más lejos el bote de pintura”.
Foto tomada de Instagram

Al hombre lo contratan para trazar la raya de la carretera. El primer día pinta un buen tramo, como de 500 metros. El segundo día 200. Al tercero solo 100. El supervisor lo hace llamar, para indagar la causa de la drástica disminución en el rendimiento. Esta es la explicación que da el hombre:

– Es que cada día me queda más lejos el bote de pintura.

Algún gurú de la nueva gerencia culparía al encargado de la capacitación. Tal vez las instrucciones no fueron claras. No sabemos cómo termina la historia, si lo despidieron o contrataron a alguien más, o si el hombre entendió que debía rodar el bote de pintura mientras avanzaba en la tarea.

Lo que sí sabemos es que hemos visto hasta el cansancio esta misma situación cuando hay algún nuevo decreto o ley, sea emanada de la autoridad municipal, del estado o de la nación.

Por ejemplo, decretan que la avenida Cedeño, cerca de donde vivo, es corredor vial y que no pueden estacionarse vehículos en la calzada. Los primeros días hay quinientos agentes de la ley y el orden, para que se cumpla lo que dicta la ordenanza. Llegan con grúas y todo. Remolcan varios vehículos, de personas que no se dan por enteradas del nuevo decreto, o creían que la cosa no iba en serio.

A final de la primera semana empieza a bajar la intensidad. Igual la siguiente, y así. Doscientos agentes, menos de cien. Hasta llegar al cero absoluto. Al parecer, en el caso de los policías no es el bote de pintura, sino el cuartel lo que les queda cada vez más lejos, aunque esté en el mismo lugar. El espacio es relativo, dicen; la distancia también, parece.

Por otra parte, me preocupa saber: ¿en qué se ocupaban estos agentes antes del decreto y en qué se ocupan ahora? ¿Cobran sin trabajar? ¿Cómo fue que desapareció tanta gente y nadie denuncia? ¿A dónde van los desaparecidos, preguntaría Rubén Blades?

Mientras tanto, los que sí reaparecen son los vehículos estacionados en la avenida. Pero la cosa se torna peor. Ahora no solo es uno en la calzada, sino varios: en doble fila, sobre el rayado peatonal, sobre la acera. Parece que el decreto los volvió peores ciudadanos. Es como cuando se le da una patada a un hormiguero. Una locura.

Y en una relación inversamente proporcional, los decretos municipales, que nunca fueron derogados, pero que no se cumplen, van aumentando: cien, doscientos, quiniento. Y ahí siguen. También hay un limbo para las leyes.

Diríamos, con Lampedusa, que todo cambia para permanecer igual. Pero aquí no siempre así, sino que todo cambia para permanecer peor.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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