Gente que Cuenta

La silla eléctrica,
por José Manuel Peláez 

Andy Warhol Atril press
Andy Warhol,
Gran silla eléctrica, 1967

No se trataba de una silla conectada a una fuente de poder ni nada por el estilo. Era una simple silla sin apoyabrazos con cuatro patas, asiento y respaldar. La heredé de la antigua inquilina de mi apartamento y la mantenía en recuerdo y honor a ella que nunca me hizo caso, pero sí me hizo soñar.

Nada más justificaba esta fidelidad mía hacia una silla con las patas descuadradas, el respaldo inexplicablemente inclinado hacia adelante y un apoyo cuyo recubrimiento ha perdido la capacidad de acolchar un descanso. Sentarse en ella era tan molesto y arriesgado que por eso era la “silla eléctrica” ya que me mantenía constantemente cambiando de posición en la imposible búsqueda de confort.

O sea, era una silla que servía para cualquier cosa menos para sentarse.

Gracias a la inesperada aceptación de una propuesta mía por parte de mi jefe y de un sorpresivo bono, me vino la idea de que ya era hora de cerrar el capítulo de mi amor imposible por la inquilina y, al mismo tiempo, hacer un intento por cambiar la cocina, reparar algunas filtraciones y comprar unas cortinas que no se parecieran a una bata de baño. Por supuesto que, en este arranque de estética hogareña, la “silla eléctrica” estaba en el centro de la mira y pronto hizo fila al lado de varias cajas de escombros y deshechos camino a la extinción.

Por estar ocupado en esto falté a varios compromisos. Manolo no se conformó con mis explicaciones telefónicas y se apersonó en mi piso y convencido allí de que mi decisión era sana porque me remodelaba por dentro y por fuera me pidió la “silla eléctrica”. Por supuesto que se la regalé junto con un largo discurso sobre sus inconvenientes, discurso al que no le hizo ningún caso.

Pensé que mi amigo quizás querría practicar lecciones de bricolaje con la desahuciada silla, pero algo no me cuadraba y días después le devolví la visita.

La “silla eléctrica” estaba tal cual salió de mi casa, pero ocupando un lugar prominente en el ordenado mundo de Manolo.

─ No pienso arreglar nada, es perfecta tal como es ─ aseveró.

Resulta que Manolo cree que debemos buscar la incomodidad de manera voluntaria y esporádica. Según él, la “silla eléctrica” es lo más indicado como remedio casero contra la tentación de amodorrarse y conformarse con lo que nos induce al sueño. Cuando usa la silla, Manolo recupera la certeza de que el movimiento es vida y que quedarse dormido se parece mucho a estar muerto, como ya lo dijo su ídolo Shakespeare en el famoso monólogo de Hamlet.

Captura de Tela 2021 12 03 às 00.33.23
José Manuel Peláez
Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com

del mismo autor

118

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!