En el año 1992 comencé mis andanzas como autor propiamente dicho, es decir, comencé a publicar las cosas que escribía. Se trataba de unas reseñas sobre libros, las cuales aparecían en la página de cultura del periódico El Carabobeño.
Para organizar lo que iba a publicar, decidí hacer algo como así como un diario de lecturas. Anotaría el nombre de autor, lugar de nacimiento, título del libro, año, editorial, entre otros datos; además de un comentario sobre el texto. Eso fue lo que preví.
Con el tiempo y la falta de ocasiones, dicho diario fue convirtiéndose en mera lista, es decir, anotaba los datos pero olvidaba o no podía asentar el comentario, por la falta de tiempo. Pasé luego esta lista a un cuadro de Excel y fui manteniendo, pese a todo, la costumbre de inventariar las lecturas, haciendo como una contabilidad literaria.
El año antepasado, justo luego de tres décadas, arribé al libro 1500; aunque no tengo contados los leídos previamente a la fecha señalada, con lo cual tal vez llegué a dos mil. Y si bien a algunos les parecerá una cantidad exorbitante, yo sé que hay gente que ha leído mucho más.
Con todo, a mí me agrada saber que he leído consistentemente cincuenta libros al año, más o menos uno a la semana, algunos más rápido otros más lento, por lo largo, por el tema, por la falta de tiempo o por el tedio. Cuando he llegado a esa redonda cifra de 50 considero que para mí es un buen año. Y en este 2024 ya voy por cincuenta y dos.
Hay quien me pregunta que de dónde saco el tiempo; pero es que dejo de lado otras cosas. Por ejemplo, debo haber visto sólo cinco películas en más de diez meses. Y aún creo que una la vi incompleta. Tampoco voy a fiestas.
Otros datos que me parecen interesantes de destacar, aparte de la propia anécdota o de la manía personal de contar, es que más de la mitad de estos libros fueron escritos originalmente en español; y una cuarta parte del total son de autores nacidos en mi país.
En una ocasión comenté en mis cuentas de redes sociales (cuando llegué a la cantidad redonda de 1500), y una persona me acusó de ser un presumido, entre otras cosas. La verdad no veo por qué no puedo decirlo. Borges aseguraba que se sentía más orgulloso de lo que había leído que de lo que había escrito. Y a mí me pasa igual.
Total, por allí anda mucha gente presumiendo de su físico en la vida y en las redes, con pantalón corto para mostrar las piernas bonitas, con escotes, entre otras prendas más o menos reveladoras.
Tal vez hablar de los libros que leemos es como la versión intelectual de la selfie de gimnasio. He aquí mi foto. Clic.