Generalmente disfruto de hacer compras relacionadas con la cocina. Aparte de la falta de vegetales frescos, lo que más me molesta es hacer fila en la caja para pagar. Sé que todo tiene que ver con mi falta de paciencia, pero hay circunstancias atenuantes.
Por ejemplo, ayer estaba yo muy tranquilo esperando mi turno para pagar cuando vi a la ancianita detrás de mí que apenas llevaba un pan y un paquete de café. En un arranque de cortesía se me ocurrió cederle el puesto porque yo iba más cargado. Mal asunto: al ir a pagar, la ancianita se dio cuenta de que el pan que había escogido no era el que ella quería, pero como ya habían contabilizado el café hubo que ir a cambiarlo. Después, la misma ancianita se empeñó en cancelar el monto exacto, de manera que se convirtió en un obsesionado minero que buscaba oro en su monedero. Y, cuando finalmente completó el monto, la ahora convertida en bruja, descubrió una serie de tiques que se empeñó en canjear inmediatamente. Vuelta a guardar las monedas, cajera que descuenta tiques y ancianita que no entiende por qué todavía faltan 14 céntimos. Obvia decir que las demás cajas estaban abarrotadas y yo no tenía para donde huir. Así se me ocurrió la peor idea de todas. Pedí a cajera y viejita que trataran de apurarse.
La anciana sacó colmillos y garras en un rugido de dolor por la mala educación de la juventud hoy en día, la cajera me recordó que esperara mi turno como buen niño y los demás clientes me miraron como si yo fuera un gusano.
Todo el día estuve rumiando en lo que se había convertido en un problema moral ¿Hasta qué punto puede llegar la cortesía? ¿Qué hacer con la descortesía de los otros?
Cuando se lo planteé a Manolo, pensó varios minutos antes de decirme:
─ Para ser cortés hay que ser valiente ─ asintió para sí mismo ─. No puedes esperar nada de nadie. Si eres cortés esperando reconocimientos no eres cortés, eres vanidoso. La verdadera cortesía radica en hacer algo porque crees que ayudas a alguien y a veces ese alguien te sonríe y otras veces se olvida de ti. Si no tienes la valentía de aceptar que te olviden y no te reconozcan, entonces no seas cortés.
─ Me parece muy desalentador.
─ Porque no lo has comprendido. No todas las personas son iguales y alguna vez toparás con ancianitas que te sonríen al cruzar la calle y esa sonrisa te alegrará y recompensará tu valentía.