Gente que Cuenta

¿Lo puedo ayudar?,
por Soledad Morillo Belloso

coffee Atril press
Foto cortesía de Javier David Volcán

Paseaba su mirada por el estante de cafés, perdido en un mar de marcas. A un acomodador le hizo una pregunta, en inglés. El chamo no entendía ni media palabra. Le hice señas al muchacho. Entendió que yo lo sacaría del apuro.  Can I help you? (¿Le puedo ayudar?), le pregunté a este hombre. Me dijo que era visitante, que quería comprar café para su hija.  Todo eso en un inglés de buenas formas y acento que delataba su procedencia de algún país no anglohablante.

La escena no terminó en ayudarlo. Me invitó a tomar un café, ahí mismo, en la pastelería del mercado.

Profesor, jubilado, de la Universidad Jagellónica en Cracovia. De Filología. Me lo dice y lo envidio. La Filología se ocupa de entender el significado de los textos y analizar su contexto literario y cultural. La Jagellónica es la universidad más antigua de Polonia y la 13ª universidad más longeva en todo el mundo. Fundada en 1364 por el rey Casimiro III el Grande, es reverenciada por su contribución a la cultura polaca y al patrimonio intelectual de la Europa antigua y moderna. Por ella han pasado verdaderas personalidades: el Rey de Polonia Jan III Sobieski, el Papa Juan Pablo II, el poeta Jan Kochanowski, el escritor Stanisław Lem, el compositor Krzysztof Penderecki. Intelectuales como Hugo Kołłątaj, y Bronisław Malinowski, el matemático Carl Menger. Y Copérnico. Acumula cuatro premios Nobel de Literatura: Ivo Andrić, Wisława Szymborska, Czesław Miłosz y Olga Tokarczuk.

El hombre está de vacaciones. No es un burdo personaje de novelas de mafia de la Europa oriental. Es un señor. Me dice que está fascinado. Que lo mejor de este viaje (regalo de su hija) ha sido el sol, las playas, la gentileza, las arepas, las empanadas y un dulce que no sabe cómo se llama. Y el ron.

Me pregunta por nuestra literatura y música. Pido su email. Le envío poemas de Andrés Eloy Blanco y tonadas de Simón Díaz. Le digo que son letras y cantos de dos que entendieron el país. “Para entender a un país, hay que salir de los palacios y los salones, caminar por las calles, escuchar a las personas con zapatos desgastados”, me dice.

Salir de los salones, de las oficinas elegantes, de los patios enrejados. Mirar, escuchar, sentir. Mientras no lo entendamos, el país nos será ajeno.

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Soledad Morillo Belloso
Escritora, novelista, cuentista, ensayista, periodista, articulista.
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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