Si uno se fía del título: Cuentos de amor, de locura y de muerte, podría pensar que para Quiroga estos eran los grandes temas de la literatura. Y sobre esa trilogía han vertido ríos de tinta y publicado infinidad de obras, él y otros tantos; aunque muchas veces los asuntos están entremezclados, ya que el amor fácilmente lleva a la locura y viceversa.
Por su parte, Borges creía que solo había dos temas: un viaje que nunca concluye y un dios (o un hombre) que se inmola a sí mismo. La verdad no recuerdo bien en qué libro lo leí o por qué creía tal cosa el memorioso autor argentino.
En todo caso, no importa, porque lo que quiero exponer es mi opinión al respecto. Para mí hay un único tema en la literatura, y este es la soledad. De él pueden surgir los demás, pero son como las ramas del árbol.
¿No está acaso solo Gregorio Samsa cuando despierta convertido en insecto, y vive así un tiempo, aislado de todo? ¿O no es el hecho de sentirse solo, o inadecuado, lo que lo hace imaginar que es un bicho repulsivo para los demás?
Así también se encuentra solo aquel oscuro príncipe de Dinamarca, quien no parece entender demasiado a los hombres, ni estos a él; y fue la soledad, por la ausencia de Beatriz, lo que llevó a un poeta a explorar los caminos del cielo y el infierno.
Sentirse solo es sentirse extraño y viceversa; también implica actuar de un modo incomprensible para los otros. Esto es algo que nació con la literatura, ya que Aquiles, primer protagonista del que se tenga conocimiento, fue un rebelde. Pelea prácticamente solo y para sí mismo.
Su forma de ser le llevó a rechazar aquello que los demás aceptaban sin cuestionar: el poder impuesto, en su caso personificado en la figura del déspota Agamenón. Por eso el personaje principal no es Héctor: un hombre que vivía más conforme con las convenciones de su tiempo.
Estos y muchos más, desde Leopold Bloom, hasta el principito y el barón rampante, son y han sido grandes solitarios. Y cuando se siente más solo el personaje es ante el desamor, ante la locura, ante la traición, la enfermedad o ante la muerte, como bien lo saben Madame Bovary, Ana Karenina, Edmundo Dantés, Hans Castorp e Iván Illich.
Incluso, en gran medida, parte de la trama de las obras tiene que ver con el deseo, no siempre satisfecho, de querer superar esa separación con respecto a los otros. Hay casos en los que se logra, pero solo en apariencia. El Quijote y Sancho van juntos, pero cada uno en su isla.
Esto es posiblemente lo que los escritores vivimos y luego reflejamos en los textos; y los lectores buscamos también con los libros no sentirnos tan solos, pensando que otros se han sentido igual. Aunque termine siendo a la larga un consuelo de tontos.