Se decía que un niño había muerto ahogado exactamente en ese sitio. O mejor dicho, allí se había hundido, pero habían conseguido el cuerpo más abajo, en donde llaman Guacarapo. En ese sitio el agua siempre estaba tranquilita. Nadie se explicaba cómo un niño se pudo haber ahogado precisamente ahí. A menos que salgan duendes, decían los viejos. Lo raro es que los duendes no son malos, ellos son malandros, pero no son malos.
También decían que en ese sitio había un entierro de morocotas y que por eso había un encantamiento. Un encantamiento de morocotas. Dicen que por ahí los 24 de diciembre se oye la risa de un niño que juega, pero tal vez sea simplemente que a los niños, aunque los grandes los lloren, les gusta jugar.