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José Alejandro Moreno Guevara

Orquesta Guateke,<br/> por Alejandro Moreno
José Alejandro Moreno Guevara

Orquesta Guateke,
por Alejandro Moreno

La palabra “guateque” tiene su origen en la Cuba del siglo XIX y se refiere a las alegres fiestas que organizaban los guajiros (que es el nombre con que denominan a los campesinos cubanos) para celebrar el regalo de estar vivos y poder cosechar sus siembras, criar sus animales y vivir al natural. De esas fiestas y de ese jolgorio ancestral viene el nombre de nuestra Orquesta. Es por eso que nos llena de emoción presentarles a la Orquesta Guateke. Este proyecto musical nace bajo la dirección ejecutiva de Antony Gómez y la dirección musical de Frederich Gómez. Guateke inició sus actividades musicales con su primer ensayo realizado el 24 de julio de 2024, en el estudio Sonario del maestro René Zambrano. El 9 de octubre ocurrió la magia que permitió presentar este material musical que esperamo...
La viejita Cándida,<br/> por Alejandro Moreno
153b, José Alejandro Moreno Guevara

La viejita Cándida,
por Alejandro Moreno

A la viejita Cándida no se le conoció marido. La gente más vieja del barrio dice que cuando la señora Carmen Josefina, la mamá de Cándida, se murió ella tuvo una vida más tranquila porque Cándida cuando estaba joven se desvivía por esa señora. De eso ha pasado un bojote de años. Ahora la señora Cándida está viejita. La gente dice que ha durado bastante porque come poquito. Nadie la ha visto tomando caña y no come pan. Dicen que guarda un secreto y que fue mujer de un cura cuando estaba muy joven. Nadie puede asegurarlo. La gente también dice que nadie le ha escuchado una carcajada y aunque nadie es tan viejo como ella en la calle Petion algunos viejos recuerdan que incluso escucharon eso de sus mayores. Esa mujer no se ríe duro. Se murió Cándida, dicen. Supuestamente unos sobrinos ll...
Aguakina y el profesor, por Alejandro Moreno
134a, José Alejandro Moreno Guevara

Aguakina y el profesor, por Alejandro Moreno

El profesor Efraín Subero se sirve una ginebra con aguakina y limón. El vaso tímido deja una aureola muy cerca de un ejemplar de El sentimiento trágico de la vida, de Unamuno. No es la primera vez que ello ocurre. Su joven alumna Lyl Barceló, vivaz y aguda como es, sigue con sus ojos curiosos el discurso del profesor Subero, quien pontifica sobre Gallegos y Doña Bárbara. La joven guayanesa está maravillada con la enorme biblioteca. Efraín Subero sigue su recorrido. Lyl se ha perdido un poco y cuando vuelve el profe está en la prosa de Ramos Sucre. Se detiene y en un tramo de la biblioteca, frente a un Fortunata y Jacinta  de Aguilar hay una botella de ginebra virgencita. El profe refuerza su vaso y sigue su recorrido. del mismo autor Compartir en   Quier...
Mucurubá,<br> por Alejandro Moreno
132b, José Alejandro Moreno Guevara

Mucurubá,
por Alejandro Moreno

Mucurubá es un lugar sabroso para pasar una semana, sin embargo Yeison está aburrido al segundo día porque no hay niños para jugar. Al tercer día llega Ángela con José a hacer la limpieza de la casa. Yeison y José ya a los treinta minutos de Ángela estar ahí con su hijo, están jugando en el pequeño patio de la casa donde la familia Mogollón pasa sus vacaciones de clase media de Catia La Mar.No hay forma ni manera de que Yeison no le hable a José del mar, mejor dicho, de la playa. José a sus once años lo más lejos que ha llegado es a Mérida, cuando se fracturó la muñeca derecha.José no ha imaginado el mar hasta ese día; en la escuela no le habían hablado nunca del mar. Por más esfuerzo que hace no logra que su mente le traiga una imagen. Yeison a su vez no concibe que alguien no haya visto ...
Lourdita, por Alejandro Moreno
125a, José Alejandro Moreno Guevara

Lourdita, por Alejandro Moreno

Cada vez que Ramiro Monsalve ve el cielo piensa en ella. No hay manera de que, estirando un poco el cuello para ver hacia arriba estando en la calle, no venga la imagen de Lourdita a su corazón. Y aunque hace tiempo no ha llorado por ella, pues es inevitable tener esa sensación de desasosiego que lo paraliza un poco. Y aunque es una parálisis un poco dulce no deja de ser dolorosa.Para Ramiro, Lourdita ha sido un amor inconfesable. Desde aquella noche no ha vuelto a verla, y aunque él sabe que ellos son así pues la extraña. Sabe que es probable que ella haya muerto, porque los gatos no viven tanto.del mismo autorCompartir en Quiero patrocinar
Benedictino Daboin,<br/> por Alejandro Moreno
121c, José Alejandro Moreno Guevara

Benedictino Daboin,
por Alejandro Moreno

Benedictino Daboin había salido de Monay a los quince años. Nadie en Oslo sabía dónde quedaba Monay y mucho menos la calle de los cañaverales. Benedictino entra a Monay y una leve opresión en el pecho es inevitable. Han transcurrido sesenta y nueve años desde que una mañana lluviosa saliera rumbo a Maracaibo y de ahí más nunca pisar Venezuela.Piensa que ya todos han muerto, le da miedo que esa mezcla de noruego e inglés que ha hablado los últimos sesenta años no le permita hablar bien en español. Ni siquiera sabe a qué ha venido. En tres días estará a miles de kilómetros de su Monay.Al pasar por una vieja bodega escucha una voz en la radio y le llega un temblor. El locutor engolado pregunta a su interlocutor: "Bueno, Don Orestes, díganos algo que recuerde del Monay de ayer". Y el anciano r...
La puerta azul, por Alejandro Moreno
119b, José Alejandro Moreno Guevara

La puerta azul, por Alejandro Moreno

José ríe con inocente ironía porque, a pesar de que un poco más arriba de la casa de puerta azul ha estado en dos o tres ocasiones, no se hubiera imaginado que allí, precisamente allí, es a donde ha venido a dar. Toca la puerta con inusual decisión, tratándose de lo que José fue a buscar para allá. A esa hora La Pastora ya empieza a dormir igualito. José no sabe qué hace exactamente ahí, o mejor dicho,  sí sabe pero incluso ante él mismo pretende disimular. Una muchacha excesivamente buenamoza le abre la puerta azul y lo toma con dulzura por la mano y lo hace pasar a la casa. José siente que su cara está roja. Como médico que es conoce la sintomatología de "las vanidades corporales". Diez minutos después está saboreando los deleites de un cuerpo femenino y su maletín, su sombrero ...
¿Amigo de qué?,<br/>por Alejandro Moreno
114b, José Alejandro Moreno Guevara

¿Amigo de qué?,
por Alejandro Moreno

En una mesa una pareja se toma una botella. Parecen no prestar atención al cantante que desde un rincón de la tasca entona un mix del grupo Niche. Sin embargo, cuando la canción termina aplauden con una pequeña dosis de entusiasmo. El cantante hace su chamba con toda la dignidad y alegría que le da su fuerza. Canción tras canción va sacando música de su alma no importa dónde esté. Siempre trabajando con pasión, cualquier otra cosa no es cantar. Está tan concentrado que apenas se ha dado cuenta de que un hombre mayor lo observa sonreído y entusiasta. El hombre se acerca al cantante y le pide casi que como un ruego agonizante que cante "amigo de qué " de Orlando Contreras. El cantante se emociona de que alguien pida ese tema tan hermoso. Arranca el tema y al hombre se le llenan los ojos d...
Niños y duendes, por Alejandro Moreno
90b, José Alejandro Moreno Guevara

Niños y duendes, por Alejandro Moreno

Se decía que un niño había muerto ahogado exactamente en ese sitio. O mejor dicho, allí se había hundido, pero habían conseguido el cuerpo más abajo, en donde llaman Guacarapo. En ese sitio el agua siempre estaba tranquilita. Nadie se explicaba cómo un niño se pudo haber ahogado precisamente ahí. A menos que salgan duendes, decían los viejos. Lo raro es que los duendes no son malos, ellos son malandros, pero no son malos.También decían que en ese sitio había un entierro de morocotas y que por eso había un encantamiento. Un encantamiento de morocotas. Dicen que por ahí los 24 de diciembre se oye la risa de un niño que juega, pero tal vez sea simplemente que a los niños, aunque los grandes los lloren, les gusta jugar.del mismo autorCompartir enGente que ayuda Quiero patrocinar...
Recién casados, por Alejandro Moreno
96b, José Alejandro Moreno Guevara

Recién casados, por Alejandro Moreno

Nadie le teme más al ridículo que un recién casado. Quizás esto sea porque irremediablemente el ridículo y el matrimonio son cosas de temer. Natascha y Jhonny tienen nueve días de haberse casado. Fue una boda sencilla pero muy bonita. Mucha comida, poco aguardiente, la música discreta y los invitados relativamente muchos pero casi todos gente muy cercana. Natascha y Jhonny ven pasar esos  primeros días con una extraña cordialidad, suponen que así debe ser el matrimonio. Una noche luego de la cena Jhonny  le confiesa a Natascha que ha asesinado a un hombre con sus propias manos. Natascha le dice: - déjame terminar de lavar los corotos y me terminas de contar. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
La desaparecida, por Alejandro Moreno
77a, José Alejandro Moreno Guevara

La desaparecida, por Alejandro Moreno

Lo que pasó aquella noche fue tan doloroso que ha quedado flotando todos estos años. Los hechos son muy simples: durante diez minutos un aguacero descomunal lo ilumina todo con la luz blanca de sus relámpagos. Las centellas chispean el cielo que ese día luce más bajo y vigilante. El taconeo de las gotas acecha, como ametrallando todo. Y en esos diez minutos va sucediendo todo tan rápido que el horror hubo de suceder después de que escampó. Algunos conservan en el alma el relincho de esa centella maldita, cuando la bebé de Carlota Magallanes desapareció de la faz de la tierra. Todavía muchos esperan que la niña aparezca en algún matorral, dormida como una muñequita de esas chinas que no hablan ni hacen nada. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Q...
La goleta de Chúo Marval, por Alejandro Moreno
71c, José Alejandro Moreno Guevara

La goleta de Chúo Marval, por Alejandro Moreno

La goleta de Chúo Marval es la embarcación más grande. A veces llegan barcos más bonitos, pero la goleta de Chúo sigue siendo el barco más grande de Los Pichongos. Y cada vez que Chúo se hace a la mar, se siente entero y sabrosito, como cuando uno se echa un guamazo de ron.La goleta de Chúo Marval, anda pescando por allá por los laos de Surinam, pero ya tiene que regresar pa Los Pichongos. Así que esa noche, en cubierta, Chúo sueña con llegar a la casa, para seguir leyendo Las mil y una noches.  Y La Catira, su mujer, sabe que ni ella ni los niños pueden molestarlo cuando lee. A Chúo le brillan los ojos pensando en su chinchorro y en su tomo empastado de Las mil y una noches.del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar