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José Alejandro Moreno Guevara

La puerta azul, por Alejandro Moreno
119b, José Alejandro Moreno Guevara

La puerta azul, por Alejandro Moreno

José ríe con inocente ironía porque, a pesar de que un poco más arriba de la casa de puerta azul ha estado en dos o tres ocasiones, no se hubiera imaginado que allí, precisamente allí, es a donde ha venido a dar. Toca la puerta con inusual decisión, tratándose de lo que José fue a buscar para allá. A esa hora La Pastora ya empieza a dormir igualito. José no sabe qué hace exactamente ahí, o mejor dicho,  sí sabe pero incluso ante él mismo pretende disimular. Una muchacha excesivamente buenamoza le abre la puerta azul y lo toma con dulzura por la mano y lo hace pasar a la casa. José siente que su cara está roja. Como médico que es conoce la sintomatología de "las vanidades corporales". Diez minutos después está saboreando los deleites de un cuerpo femenino y su maletín, su sombr...
La oficina de Arelys,<br/>por Alejandro Moreno
117c, José Alejandro Moreno Guevara

La oficina de Arelys,
por Alejandro Moreno

Las oficinas ministeriales suelen ser lugares muy húmedos. Y esa humedad proviene casi siempre de corazones que lloran. Casi nadie lo sabe, pero tan ilusoria y vana es la tristeza como la felicidad más desbordante. Y quizás por esa razón Arelys no tuvo motivo para llorar aquella tarde en que le comunicaron que la editorial en donde había trabajado los últimos catorce años ya no era más. Pensó en su escritorio y en su máquina, aquel espacio le era tan cómodo como la cuna de su sobrina Andrea. No tuvo tiempo para eso que su mamá llamaba "la dulce congoja del ayer". Solo miró el largo pasillo que ya no vería más. Y el camino de salida fue una larga sopa. Prefirió bajar las escaleras y perdida en su descenso oyó de nuevo y por última vez la música de aquel murmullo alegre que le agujereaba el ...
¿Amigo de qué?,<br/>por Alejandro Moreno
114b, José Alejandro Moreno Guevara

¿Amigo de qué?,
por Alejandro Moreno

En una mesa una pareja se toma una botella. Parecen no prestar atención al cantante que desde un rincón de la tasca entona un mix del grupo Niche. Sin embargo, cuando la canción termina aplauden con una pequeña dosis de entusiasmo. El cantante hace su chamba con toda la dignidad y alegría que le da su fuerza. Canción tras canción va sacando música de su alma no importa dónde esté. Siempre trabajando con pasión, cualquier otra cosa no es cantar. Está tan concentrado que apenas se ha dado cuenta de que un hombre mayor lo observa sonreído y entusiasta. El hombre se acerca al cantante y le pide casi que como un ruego agonizante que cante "amigo de qué " de Orlando Contreras. El cantante se emociona de que alguien pida ese tema tan hermoso. Arranca el tema y al hombre se le llenan los oj...
Osmín Infante, por Alejandro Moreno
112a, José Alejandro Moreno Guevara

Osmín Infante, por Alejandro Moreno

Osmín Infante está recostado en su hamaca. Tiene una sensación de bienestar pese a que hace tan solo segundos estaba recordando la vez que vio a un ser vivo morir. Su perro Puchi, que había sido atropellado, y al cual vio agonizar hasta el último suspiro. Desde aquel día ha visto morir muchos seres vivos incluso algunas personas. Se da un baño, se perfuma y luego le reza a José Gregorio Hernández para que le dé salud. Está listo para ir a trabajar, sigue pensando en la cara de Puchi antes de morir. No le gusta su trabajo, pero alguien tiene que hacerlo. Como él mismo dice, no es fácil tener tantos muertos encima. No se siente culpable, pero se siente cercano a ellos. Esta gente tenía familia y gente que los llora. Osmín se despide de su mujer y su hijo. Se monta en el carro pero ...
Valmore Malavé, por Alejandro Moreno
110b, José Alejandro Moreno Guevara

Valmore Malavé, por Alejandro Moreno

Valmore Malavé era un hombre muy ecuánime. Toda la gente de su calle lo llamaba "El Tranquilito". A Valmore le parecía muy tierno que le dijeran así, y aunque odiaba los apodos ofensivos aquel le parecía tierno. Amarilis, su mujer, en cambio era un tizón de candela y cualquier cosa la enfurecía. Un día se oyeron unos disparos. Fueron tres tiros secos sin escándalo. La gente del barrio salió de sus casas y vieron a Amarilis pistola en mano y con los ojos rojos de llanto. Nadie se atrevió a entrar a la casa. Todos temían lo peor.  Nadie entendía lo que estaba pasando. Valmore "El Tranquilito" salió de la casa muy calmado como era él. La diferencia fue quizás que solo traía un paño en la cintura. Todos se calmaron porque Valmore estaba vivo. Amarilis no dijo nada. Tres días después Amarilis e...
La copa de Arturo, por Alejandro Moreno
104c, José Alejandro Moreno Guevara

La copa de Arturo, por Alejandro Moreno

El vino, visto desde cierta distancia, suele dar la impresión de ser más espeso. Eso hace tal vez que uno beba más despacio, lo cual quizás no sea bueno, pero hace que rinda más. Arturo sabe, por experiencia, que toda copa de vino puede ser siempre la última.Y no es que uno se la quiera dar de dramático, pero hay que tomar el vino con los ojos puestos en la necesidad de que el vino se puede acabar precisamente porque uno ya no esté.Arturo vuelve a ver su copa desde más o menos lejos y piensa que en efecto se ve más espeso.del mismo autorCompartir enGente que ayuda Quiero patrocinar
Bernardino Araque, por Alejandro Moreno
102b, José Alejandro Moreno Guevara

Bernardino Araque, por Alejandro Moreno

La primera bodega que hubo en San José de Bolívar fue la de Bernardino Araque. Bernardino era un hombre bondadoso y solitario. Había enviudado muy joven y no se había vuelto a casar. Venía de una estirpe de Bernardinos. De hecho su abuelo Bernardino Araque Mora había entrado a Caracas tres caballos más atrás de Cipriano Castro. En su bodega podía conseguirse desde un rifle de dos bocas hasta un paquete de galletas Arita. Un día le trajeron de La Mesa de San Antonio a una muchacha para que lo ayudara en la bodega y si él quería tenerla de mujercita. Vasilia Benítez tenía dieciséis años sin embargo era toda una mujer. Para Bernardino resultó de gran ayuda aquella muchacha en flor que era una máquina imparable de trabajo. Sin embargo pasaron los años y Bernardino nunca tocó a Vasilia. ...
Penélope, por Alejandro Moreno
100b, José Alejandro Moreno Guevara

Penélope, por Alejandro Moreno

Dicen que Penélope no sabía hacer buenas arepas. Y esto se dice principalmente porque en Ítaca no había maíz y no existían los budares. Sepa usted que una buena arepa necesita un budare ancho y negro como la luna. Otros sostienen que el hecho de que Penélope no supiera hacer arepas se debía a que Peribea, su madre, era una de las Náyades y es sabido por todos que las Náyades no saben hacer arepas. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
Hechos de la vida, por Alejandro Moreno
98c, José Alejandro Moreno Guevara

Hechos de la vida, por Alejandro Moreno

Los dos hombres ríen mientras la muchacha les sirve la comida y renueva los dos vasos de vodka. Uno de ellos le hace una reverencia cálida a la muchacha para agradecer que les sirva. El hombre que ha hecho la reverencia está muy alegre de ver a su amigo después de tantísimos años. Las carcajadas de ambos vibran, hay algo de melancolía en esas risas. A pesar de la alegría que se desborda en la mesa hay algo de despedida en aquel encuentro.  Ya no se verían nunca más, a pesar de que los dos vivirán muchos años más después de ese encuentro. Pero no se verán más, son simplemente los hechos de la vida. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
Recién casados, por Alejandro Moreno
96b, José Alejandro Moreno Guevara

Recién casados, por Alejandro Moreno

Nadie le teme más al ridículo que un recién casado. Quizás esto sea porque irremediablemente el ridículo y el matrimonio son cosas de temer. Natascha y Jhonny tienen nueve días de haberse casado. Fue una boda sencilla pero muy bonita. Mucha comida, poco aguardiente, la música discreta y los invitados relativamente muchos pero casi todos gente muy cercana. Natascha y Jhonny ven pasar esos  primeros días con una extraña cordialidad, suponen que así debe ser el matrimonio. Una noche luego de la cena Jhonny  le confiesa a Natascha que ha asesinado a un hombre con sus propias manos. Natascha le dice: - déjame terminar de lavar los corotos y me terminas de contar. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
El matachín de Cantaura, por Alejandro Moreno
94b, José Alejandro Moreno Guevara

El matachín de Cantaura, por Alejandro Moreno

Cuenta Don Lucas Manzano que una vez un matachín de oficio de la ciudad de Cantaura, enterado de que el Reverendo franciscano Fray Nicolás de Odena le había echado la partida para atrás con una hermosa joven a quien había intentado enamorar, propuso celebrar un velorio poniendo el muerto.Así las cosas, pidió colaboración de amigos y familiares, a quienes informó de sus planes de matar al religioso. Cuenta Don Lucas que el matachín se fue a su casa y se metió en su cama fingiendo estar enfermo de gravedad y que requería la presencia de Fray Nicolás de Odena para que le administrase los santos óleos. Fueron así los cómplices a la casa parroquial porque el franciscano era el cura de las almas de Cantaura. Le dijeron que se requería de sus oficios y se encaminó el cura junto a los hombres al l...
Samuel y Paquirri, por Alejandro Moreno
92b, José Alejandro Moreno Guevara

Samuel y Paquirri, por Alejandro Moreno

Samuel sabe que "escucharte reír es poesía en sí misma". Una frase se abre como cornada, "me matas como Avispado a Paquirri", y a esa hora de la madrugada vibra el desamparo, se le hinca otra frase en el costado: "todos los días desde que te conocí son veintiséis de septiembre". Aunque los tragos de ron a esa hora solo están en su memoria, se sigue desvaneciendo en el abismo que "es aire que ahoga".Se dicen "adiós entre una muy pertinaz lluvia de acentos y lágrimas". "¿Te acuerdas?" Se dice a sí mismo. Todo ha sido magnífico y quizás por eso tal vez es muy ilusorio y doloroso. Samuel está tan exhausto como el toro "todavía el hilo de sangre mancha todo". La melancolía hiere dos veces porque volverse a conmover nunca ha sido fácil para nadie. Un camino de botellas vacías y anhelos tardíos s...