Gente que Cuenta

Querida Matilda,
por José Manuel Peláez 

Edward Hopper Atril press
Edward Hopper,
Mesas para damas, 1930

Matilda es un claro objeto de admiración y raro amor que compartimos Manolo y yo. No solo se trata de una muchacha agradable a la vista; su gracia al hablar, su confianza medida y su eterna sonrisa cuando nos sirve el café, los tragos o las viandas hace que todo nos sepa mejor. Recibir su saludo agitando la mano representa el inicio de un buen momento.

Conocemos a Matilda desde hace casi cuatro años y la hemos visto involucrada con clientes insatisfechos, patanes de oficio y jefes abusadores, además de estar siempre exigida por atender más rápido y mejor a todos. Jamás la hemos visto perder la sonrisa ni hacer un mal gesto. Frente a la queja malhumorada siempre extiende el puente de plata de unas palabras que sirven de excusa y también de seguro porque, sea cual sea el problema, lo va a resolver: desde una sopa salada, hasta un café frío pasando por alguna que otra equivocación en la orden.

Matilda nunca recurre a la herramienta de culpar a otros, ni a dar falsas excusas. Si hay un error lo asume como propio y lo solventa. Por eso es tan apreciada por clientes, compañeros de trabajo y por el dueño del local que sabe cuánto depende de ella su éxito.

La prueba de fuego de los talentos de nuestra idolatrada es cuando no te decides acerca de lo que quieres comer o tomar. Ella nunca te deja solo para que lo pienses mientras atiende a otros; se hace tu amiga, tu cómplice y te asegura que el guiso de pollo puede calentarte el alma o que una limonada con hielo triturado y unas hojas de menta te enfrían la cabeza cuando la tienes a punto de estallar.

Pero hace dos días, los clientes, el cocinero, la cajera y otra empleada clamaban por la atención de Matilda, todos al mismo tiempo y, de pronto, en medio del salón, Matilda abrió la boca y soltó un grito desgarrador que impuso un silencio grave. Transcurrieron unos segundos en los que todos quedamos congelados. Lentamente, Matilda se quitó el delantal, lo arrojó al suelo y se abrió paso hasta la puerta por donde se fue sin decir nada más.

Yo quedé absolutamente intrigado por lo que pudo haber pasado para que nuestra querida Matilda sufriera esa metamorfosis.

─ Yo no sé lo que pasó ─ me dijo Manolo ─ pero me importa más darme cuenta de que ahora siento a Matilda más cerca de mí que antes. Saber que es humana, que tiene límites me hace quererla más. Era sospechosamente perfecta. Más que nunca ella es mi querida Matilda.

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José Manuel Peláez
Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com

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