Ramoncito y Pecheche eran absolutamente inseparables. La parranda era su objetivo más preciado. Vale decir que el de ambos. Eran legendarias las extravagancias de Ramoncito y Pecheche: disfrazarse de monjitas en los carnavales de Carúpano, comer espagueti con diablito y salsa rosada en Mochima, leerle fragmentos de la Odisea a los borrachitos del mercado de Cumaná.
Un día Ramoncito y Pecheche estuvieron en Río Casanay. Y allí ayudaron a Leonardo Farías a sembrar en su conuco. Entonces, Leonardo Farías mató dos gallinitas negras y les preparó, a Ramoncito y a Pecheche, un sancocho que no olvidaron nunca. Tanto fue así, que, ya estando viejitos, Ramoncito y Pecheche se consiguieron y, recordando aquel sancocho, lloraron de alegría acordándose de su amigo Leonardo Farías.