El sueño se cortó ipso facto con el golpe de la ventana. Los oídos sintieron el cambio de la presión en la habitación y antes de que abriera los ojos, le quedaba el resplandor que atravesó sus párpados. Su sobresaltado corazón por el repentino despertar se aquietó cuando sintió el cristal rasgado por el agua, que, como arena, pegaba del vidrio casi queriendo atravesarlo. Se percató que estaba más frío de lo que debía. Se calzó en la oscuridad y caminó hacia el termostato a mitad del pasillo, entre su habitación y la sala. Antes de extender la mano para cambiar la temperatura, un relámpago alumbró y el color hueso de la cortina se hizo azul. Subió la temperatura y caminó hasta el balcón para ver, a través de la puerta de vidrio, como llovía. A pesar de la hora, algunos carros pasaban y dejaban la estela de sus luces en el pavimento, que daba la impresión de un gran espejo. Las gotas que se interponían eran un collage de rojo, amarillo y blanco. Por momentos, el viento empujaba con rabia las puertas. El piso estaba tan frío, que lo percibía a pesar de estar calzado con unas sandalias de goma. La increíble lluvia parecía detenerse por momentos y aliviar el aire, cuando de pronto todas las ráfagas se unían en un chorro que opacaba el horizonte. Contento por observar, corrió la cortina para nuevamente dormir cuando se iluminó la habitación. Estaba cada vez más cerca. Entrecerró los ojos y esperó el estruendoso sonido que haría vibrar todo. Sintió placer en ese momento. Acomodó sus pies en las sandalias y sintió como algo estalló en la baranda de su balcón. Un continuado reventar de vidrios que caían y se podían ver flotar, pegaban contra la reja del balcón, el reborde de los ladrillos y seguían cayendo hasta planta baja. Prendió la luz de la sala y del balcón, descubrió la cantidad de vidrios que habían llenado el suelo. Los choques se detuvieron. Abrió la puerta para entender lo sucedido. El piso era intransitable. Pensó que el viento había arrancado una ventana mal cerrada, una ventolera le mojó la cara repentinamente y sintió el grito más desgarrador que se podía escuchar en el silencio de la madrugada. Levantó su cara y la giró un poco para afinar el oído. Un relámpago iluminó la noche y le dio forma al cuerpo que caía contra el piso del estacionamiento, mientras manoteaba en el aire como queriendo alcanzar algo de donde agarrase. Primero sonó el golpe seco contra un carro, luego la alarma y por último, el trueno.