Ya que este es el “mes de la mujer”, quiero recordar a una que nació alrededor del año 430 a. C. Se trata de Jantipa, quien fue la esposa de Sócrates y la madre de sus tres hijos: Lamprocles, Sofronisco, y Menexeno.
Era probablemente unos 40 años más joven que el filósofo y eso, aunado a las condiciones en las que le tocó vivir, hizo que la joven fuera una esposa nada sumisa, como lo exigía la sociedad de la antigua Grecia. Su carácter fuerte se intensificó al tener que hacerse cargo de la vida diaria de su hogar, ya que atravesaban dificultades económicas y Sócrates no buscaba trabajo remunerado. La relación de ellos fue como la de cualquier pareja, con problemas y discusiones recurrentes, la mayoría de los cuales giraban en torno a la forma de vida irresponsable del filósofo.
Sin duda fue Jantipa quien impulsó a Sócrates a mantenerse fuera de casa; prefería escuchar a otros antes que a ella y no tengo dudas de que la frase «Yo solo sé, que no sé nada» era para no desatar la ira de su mujer. El supuesto mal carácter de Jantipa y el despectivo modo en que trataba al marido, la han hecho pasar a la historia como insolente y feroz. Una vez, cansado de escuchar su verborrea, Sócrates salió a tomar aire y ella, al verse desatendida, le arrojó un jarro de agua sucia, a lo que él tranquilamente dijo: «Después de tanto tronar, no es extraño que ahora llueva».
Los discípulos le decían a Sócrates que su esposa era una mujer irascible, a lo que el sabio contestaba: «Vivir con ella me enseña a congeniar con el resto del mundo; si puedo tolerar a Jantipa, puedo tolerarlo todo». Y a pesar de eso, también expresaba al referirse a ella: «Los hombres que quieren ser buenos jinetes, no adquieren caballos dóciles, sino los más furiosos».
Jantipa, aunque rebelde y nada amoldada a la sociedad, siempre estuvo enamorada de su esposo… Cuando Sócrates fue condenado a beber cicuta, ella lloraba y decía que lo iban a matar injustamente, a lo que él respondió: «¿Es que acaso preferirías que me maten con justicia?».