El rompecabezas es un juego que ha existido durante siglos. Los primeros empezaron a comercializarse en 1776, según lo señala la descripción de un ejemplar del primer lote vendido, que se encuentra en el archivo de la Biblioteca Británica. Se trata de un puzle de 21 piezas de madera dura, que al juntarlas forman el continente europeo. ¿El autor? El inglés John Spilsbury, cartógrafo y ebanista, aprendiz de Thomas Jefferys, el geógrafo del rey Jorge III. Estos mapas, cortados en piezas, eran herramientas educativas que servían para que los niños pudieran aprender geografía de una manera divertida.
En el S. XIX, se crearon los primeros puzles de madera con formas y piezas más elaboradas, y se convirtieron en un pasatiempo popular para toda la familia. El nombre «rompecabezas» no se usó sino hasta mediados del S. XIX, y en el S. XX, el juego evolucionó con la invención del puzle de encaje, que requería una mayor habilidad para resolver.
La complejidad de imágenes y el número de piezas han ido creciendo con el tiempo. El puzle más grande del mundo tiene 51.300 piezas. Durante la cuarentena por la pandemia, el rompecabezas resurgió como una forma de entretenimiento. Según Ravensburger Games, líder global en la fabricación de rompecabezas, las ventas aumentaron un 370%.
Ahora bien ¿se te ocurre que hay una frustración o rabia mayor que la que se produce cuando estás terminando de armar tu rompecabezas y ves que falta una pieza?…
La tecnología solucionó el problema ya que, en lugar de tener que manipular piezas físicas para armar un puzle, los rompecabezas electrónicos se resuelven mediante el uso de una pantalla táctil o un dispositivo electrónico.
Los puzles en los teléfonos pueden ser una forma divertida y adictiva de pasar el tiempo y ejercitar el cerebro. Además, muchos de ellos ofrecen opciones de nivel de dificultad, lo que significa que pueden ser disfrutados por personas de todas las edades y habilidades.
Les dejo por hoy, que tengo un rompecabezas pendiente de terminar…