Gente que Cuenta

Piropos, por Getulio Bastardo

Raffaele Iachetti Atril press
Raffaele Iachetti,
Damiselas, s/f

Me dice un amigo que, si las normas actuales contra el acoso se hubieran promulgado antes, él aún estaría en la cárcel, no porque sea un acosador, me aclara, sino un piropeador.

Le escuché a ese amigo varios piropos de su creación. Es un genio.

Dice que no podía ver a una mujer atractiva o no porque le nacía ese impulso de decirle algo, de alabarla, de hacerle ver a la mujer que no en vano era mujer. La mayoría de las veces era premiado con una sonrisa, y entonces se decía, complacido, “misión cumplida”.

Sus primeras víctimas eran sus compañeras de trabajo. Había una que era particular objeto de sus halagos y al verla siempre le decía algo. Lo más frecuente era: “ ¡se me compuso el día!”.

Ahora dice que anda por la calle temeroso y cuando ve a una mujer tiene que voltear la cara o agachar la cabeza y contener el impulso casi irrefrenable de decirle algo.  ¡Qué tragedia!, se lamenta.

No se puede o no se debe considerar un acoso, decirle a una mujer lo bella que está o lo bien que le quedan esos pantalones o esa bella blusa que deja ver el inicio del camino que lleva a la imaginación.

Claro no es el piropo acosador ni el comentario de doble sentido y vulgar, sino la frase que halaga y hace resaltar el atributo femenino y ¿por qué no? Aumentar su autoestima.

¿Es que acaso decirle a una persona mujer u hombre, “qué bien te ves”, o “te ves muy bien con esa camisa o vestido”, “qué lindos ojos tienes”, no hace que la persona a quien va dirigido el comentario se sienta halagada, o se sienta mejor?

Existe toda una campaña en favor del abrazo, ¿por qué no hacer lo mismo con el halago estimulante?

Sin embargo, creo que hay un dejo discriminativo en eso del piropo, algunas mujeres lo aceptan de buen grado dependiendo de quien lo diga. No es lo mismo el piropo de un albañil desde el andamio que de un joven empresario desde un Ferrari.

La ley no puede hacer esas diferencias, pero las mujeres sí la hacen.

Claro, las menos favorecidas con los piropos son las que más se quejan. Pasa como con los niños que no quieren comer, que son los que tienen comida en casa, los que no, comen lo que le pongan.

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Getulio Bastardo
Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
getuliobastardo@yahoo.com.mx

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