En estos días, buscando sobre qué escribir hoy, di con una afirmación que me encantó: decía que en algún rincón oculto de la Ópera de París, emparedadas en uno de sus muros, existían cajas con grabaciones de grandes cantantes, para ser «descubiertas» en el futuro. Pero, como ya me he llevado varios chascos, decidí investigar un poquito más y la decepción fue mayúscula: es una leyenda urbana. La verdad es que tiene un archivo impresionante de grabaciones y documentos con la historia de los artistas que han pasado por allí, pero no están emparedadas.
Sin embargo, la búsqueda me llevó por un laberinto de historias y misterios que valen la pena contar. La Ópera es un teatro que, más allá de su belleza arquitectónica y su rica historia, parece albergar secretos tan oscuros como sus pasillos.
¿Habías oído hablar del lago subterráneo, un lugar que inspiró a Gaston Leroux para crear su mítico Fantasma de la Ópera? Dicen que bajo el imponente edificio se esconde un vasto cuerpo de agua; hasta aseguran que en sus profundidades habitan criaturas extrañas y que el eco de los conciertos se propaga por sus túneles como un lamento fantasmal.
Y hablando de fantasmas, ¿qué decir del propio Fantasma de la Ópera? Una figura que ha dado lugar a innumerables adaptaciones cinematográficas y teatrales. ¿Era un simple empleado del lugar, atormentado por una deformidad facial? ¿O se trataba de un espíritu maligno, condenado a vagar por los pasillos del teatro hasta el fin de los tiempos? La verdad está envuelta en un halo de misterio.
El edificio guarda otros secretos. En su techo, la obra de Marc Chagall pintada en 1964, esconde una abeja dorada que parece zumbar con vida propia: es un homenaje a Napoleón III, bajo cuyo reinado se construyó el teatro.
En sus palcos se dice que habita un espíritu inquieto que acosa a los espectadores. El número cinco se reservaba siempre para el «fantasma» en la novela de Leroux, y hoy sigue siendo un atractivo turístico. Está decorado con un aire misterioso para homenajear la leyenda.
En su fachada, una multitud de máscaras y rostros petrificados nos observan desde lo alto.
Y luego está la leyenda de la sala del tesoro perdido, un lugar secreto donde se dice que los mecenas de la ópera escondían sus joyas y objetos de valor. Una cámara acorazada invisible, un tesoro que nadie ha logrado encontrar… ¡todavía!