Isabel II de Inglaterra se convirtió en soberana en 1953. O sea, reinó por 70 largos años. Hasta donde sé, ha sido el reinado más duradero después de Luis XIV, que ostentó el mando durante 72 años y algo.
Al lado de estos dos longevos monarcas, palidecen los reinados de Augusto (41 años), Carlomagno (47 años) y las dictaduras modernas, que parecen más largas en realidad por lo duras que son.
Pero yo no quiero hablar de reinados a la usanza antigua o en el sentido tradicional del término. No quiero hablar de posesiones, tesoros o territorios. Quiero hablar de otra clase de imperio: el imperio de las almas.
Sí, porque así como un gobernante puede regir sobre los ciudadanos o súbditos (según sea como se les llame, de acuerdo con la forma de gobierno), o sobre el territorio y las actividades que en el mismo se realicen, también hay personas que tienen ascendiente sobre el espíritu, el pensamiento, las ideas y los sentimientos de los demás.
Esto que hoy día llaman influencers, ya existía en la antigüedad, como se sabe. Tolstoi era casi un apóstol, en el sentido de que tenía adeptos y seguidores. No podemos dejar de mencionar el caso de personajes más recientes, como Martin Luther King y Gandhi.
Tengo para mí que un sujeto que ha reinado durante muchos años, influyendo en la música y en nuestras emociones, ha sido Paul McCartney. Su imperio abarca personas de todas las edades, todas las latitudes y todos los tiempos (me refiero a los tiempos modernos).
Fallecido John Lennon, con quien compartía posiblemente el trono, en una suerte de doble regencia, McCartney puede ser considerado uno de los personajes más influyentes del siglo XX y aún del presente.
Se dice que, desde aquel lejano agosto de 1962, cuando sacudieron al planeta con eso de “love, love me do. You know I love you”, prácticamente no hay persona que no los conozca y no hay un segundo en el que no esté sonando, en algún lugar del mundo, un tema de los cuatro grandes de Liverpool.
Con respecto a la música de los Beatles, Borges dijo que era “trivial, pero maravillosa”. En efecto, tal vez en ello radica su encanto y por eso resulta agradable para todos. No he conocido, nunca, a persona alguna que diga que los detesta; pero bien puede que exista.
Así, pues, durante 61 años y un poco más, Paul McCartney ha sido el soberano de la música por excelencia. Aunque su reino tampoco es de este mundo. Es del mundo de los sonidos, las melodías y las letras. Na-na, na, naa.