
Sašo Vrabič, 1997
La conversación con Adelaide le dejó un gusto amargo. Ella sonaba genuinamente dolida por la muerte de Mario. Se puede entender. Aunque Mario repetidamente se refería a ella como “aquella bruja”, había un entendimiento entre ellos, el amor no había muerto. A diferencia del suyo con su esposa. Quizás por eso Juan había matado a Mario y no a su esposa. Por ella él no sentía más que lástima. Quien realmente lo traicionó fue Mario. Quién sabe qué vio Mario en ella. El hecho es que Juan también extrañaba a Mario.
Pero ya estaba hecho, y como dijo Adelaide, el velorio de Mario solo después de que los médicos forenses liberaran el cuerpo.
Juan se volvió para mirar a su esposa que todavía sollozaba con la cabeza entre las manos. ¿Por qué lloraría? No podía ser amor, para Mario ella sería solo una de muchas. Debía saberlo porque desde que Mario y Adelaide se separaron los romances de Mario habían sido motivo de muchas carcajadas en las cenas de amigos. Quizás eso fue lo que despertó la curiosidad de la mujer de Mario. Después de todo, a esa edad incierta un romance con cualquiera podría haber reavivado su autoestima perdida. Tal vez por eso últimamente le había dado por maquillarse y perfumarse.
Pero, volviéndose nuevamente a su mujer, él tenía una coartada, ¿tendría ella algo así? Si no la tuviera, ¿podría ser sospechosa? Si lo fuera, también se sospecharía que él era un cornudo. Nada bueno. Tal vez debería ayudarla con una coartada, aunque solo fuera para poder seguir riéndose en las cenas con amigos. Al final, no quedaba mucho más que eso.

Algunos de sus libros están a disposición en Amazon
ab@alfredobehrens.com