Gente que Cuenta

Un editor estresado, por Álvaro Ríos

Coudrette Atril press
Coudrette
Miniatura de un manuscrito del Romano de Melusina, S. XV

 

Julio —el editor—, y yo, estábamos sentados frente a frente. Él revisaba papeles al mismo tiempo que atendía llamadas telefónicas. Yo lo miraba de vez en cuando. Me distraía moviendo el manuscrito de mi novela de una mano a otra. Luego de una hora creí que dialogar era un caso perdido, como si mirar la ciudad a través de la breve abertura de las persianas fuera la única forma de existir.

En eso se iba la mañana cuando de pronto el Cesita, quien se percibía locuaz y de muy buen humor, irrumpió en la oficina.

—Épale mi llave —dijo mirando al editor—, aquí traigo mi nueva novela, así que puedes elaborar el cheque del adelanto que me prometiste.

—¿Novela? ¿Cuál novela?

—Pues, la más reciente, de la que hablamos la vez pasada…

El editor arrugó la frente:

—¿La vez pasada?

—¡Claro! Ja, ja, ja, es una maravilla. Déjame leerte unos párrafos:

Vine a Aguada Grande, que ni tiene agua ni es grande, porque me dijeron que aquí vivía un tal Pedro Morapá, quién, supuestamente, es o era, mi padre. Bueno, eso dijo mi mamá, y lo que dice mi mamá es palabra santa, así que le prometí que vendría cuando ella se fuera con diosito.”

—Sí, sí, sí, está bien —interrumpió el editor de forma áspera—, pero avanza varias páginas, por favor, lee otro párrafo.

—Muy bien, oído al tambor:

Me había quedado en la Aguada. El mulero, que siguió de largo quién sabe a dónde, me informó que iba hacia el cerro de los chivos, y que si quería podía ir con él; sin embargo, yo me quedé aquí, porque aquí era la Aguada y aquí era donde yo venía…

—¡Ya! ¡No sigas, por favor!

—¿Por qué? ¡Vamos, Julito! ¿No te parece una exquisitez? —preguntó el Cesita un tanto contrariado.

—¡Me parece que la cabeza me va a estallar! Mejor, lárgate…

—Y, ¿qué hay del anticipo?

El editor, en un instante cuando su rostro literalmente se enrojeció como un crepúsculo larense, brincó de la silla y se proyectó sobre las solapas del saco del Cesita, le quitó el manuscrito y, sin perder la compostura —que desde luego ya se había descarriado—, le echó fuera de la oficina. Seguidamente dio un portazo, regresó, se sentó, arrimó hacia él una papelera de debajo del escritorio y depositó la carpeta con arrebato.

—Y tú, ¿qué rayos quieres? —preguntó mirándome.

—Vivir —alcancé a decir mientras me levantaba, tiraba la carpeta en la papelera y salía de allí embalado, como cuando se escucha una detonación justo antes de entrar a una entidad bancaria.

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Álvaro Ríos. Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuentos, poesía y ensayo. Es autor de los libros Sendero de Sombras (poesía), Efimerario (brevedades), Dilemas en el aire (poesía) y Criaturas Mínimas (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el portal “Letralia”.
alv_rios@yahoo.es

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